De mente abierta y lengua grande: Comida para no soñar
Chef Juan Angel | @chefjuanangel
-Jajajajajajaja-
-Mírenlo, está bichi, jajajajaja-
-Pero, ¿qué pasó Juan Ángel?, ¿por qué viniste así a la escuela, sin ropa?- replicó asombrado el profesor Benjamín mientras se tocaba el bigote, angustiado y sorprendido.
Volteé la mirada hacia abajo y vi solo un par de zapatos ortopédicos con calcetines blancos de rayas rojas en la parte superior, de ahí en adelante unas piernas escuálidas, la truza marca Trueno con elástico semivencido (pero muy blanca gracias al tallado de mi mamá), continué revisándome… tampoco traía camiseta, solo colgaba la mochila de mi espalda con los dos tirantes sujetados de mis hombros. Estupefacto y sin habla, pasaban muchas dudas por mi cabeza:
-Pero si me puse el pantalón nuevo que me dejó mamá en los pies de la cama-
-Recuerdo que me abotoné la camisa blanca recien planchada-
-¿Por qué traigo los zapatos ortopédicos?, iba a estrenar los tenis nuevos de la 3 Hermanos-
Salí corriendo del salón, tratando de taparme el cuerpo con las manos, por las ventanas de las aulas se asomaban y reían todos los compañeros de la primaria. En ese momento comencé a gritar mientras lloraba –Mamaaaá, no traigo ropaaaaa, estoy bichiii-. Bajé de prisa los escalones de la escuela, crucé la calle rumbo a casa, en la banqueta próxima estaban la Aurelia y Bernabé tomando café y cuchicheando, en la tienda de enseguida “El Chilillo” se reía burlescamente. Quería que me tragara la tierra.
Tenía tanta vergüenza que no pude llegar a casa, doblé en la siguiente esquina rumbo al cementerio, brinqué un charco que me pringó de zoquete las canillas y cuando estaba a punto de cruzar unos corrales, sentí el aroma a chorizo, me pareció muy extraño, generalmente ese lugar olía a boñiga con agua puerca de la cañada del Cerote que estaba a un lado -Juan Ángeeeeeeel, despierta, ya está el desayunooo-.
Abrí los ojos empapados en lágrimas y me tapé con la sábana inmediatamente, todo estaba en su lugar: los pantalones al final de la cama, la camisa colgada en la jaladera del ropero y los tenis en su caja original. Mi mamá abrió la puerta, me vio los ojos -Otra vez soñaste que estabas bichi… Apúrate, no vas alcanzar a desayunar-.
Cada año era la misma historia, el primer día de clases de cada ciclo escolar tenía el mismo sueño, lo único que cambiaba era el maestro que me veía y comentaba con asombro la situación. En aquella ocasión iba a tercer año, por lo cual me tocaba el profesor Benjamín. Después de desayunar un buen plato de chorizo de mi tío Beto, con frijoles y dos tortillas de maíz untadas con mantequilla, tomé la mochila rumbo a la escuela, me revisé la ropa a detalle y salí de casa, al llegar, sentí que todos me miraban, era tanta mi vergüenza que jamás compartí la pesadilla con mis compañeros.
Pero todo, bueno, casi todo tiene una respuesta: la noche previa al inicio del nuevo ciclo escolar cenábamos rico, generoso y surtido, era tanta mi alegría de regresar a la escuela para estrenar cuadernos y lápices de colores, que nos pegábamos unos atracones de papas guisadas bañadas en limón con salsa picante, sus buenas rebanadas de aguacate y un plato de frijoles con queso, bastantes jalapeños y orillas de tortillas de harina (las que nadie quería y mamá guardaba en el refrigerador) guisadas con mantequilla; no podía faltar la cebolla verde a mordidas, con tantita sal; y es que comer mucho e ir a dormir inmediatamente trae consigo pesadillas, problemas para dormir, incluso acidez y sobrepeso.
Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.