ABC: Oprobioso monumento a la impunidad
Por: Jesús M. Corona M.
Cuando las futuras generaciones de hermosillenses, interesados en conocer la dinámica social que se dio a partir de los años 50s, años en que empieza a detonarse el desarrollo de la apacible comunidad que era, y con la apertura de las tierras de la Costa de Hermosillo para su explotación agrícola, van a encontrarse con que las concentraciones populares, sólo se daban alrededor de un evento social como los carnavales, los bailes rancheros de la Escuela de Agricultura de la UNISON, los juegos de la desaparecida Liga de la Costa del Pacifico, predecesora de la actual liga vigente, etc. Fiesta y jolgorio, pues.
Que yo recuerde, la primera causa por otros motivos se dio con el movimiento magisterial de 1960, que buscaba la afiliación de los maestros sonorenses agrupados en la FEMS (Federación Estatal de Maestros Sonorenses) al SNTE, eran por aquellos años los maestros de Sonora de los pocos que aún no formaban parte del sindicato nacional y, por lo mismo, se encontraban más desprotegidos y con menos garantías que sus colegas del resto de la república.
Ellos se enfrentaron al gobierno de Álvaro Obregón Tapia y declarándose en huelga a pesar de la fuerte oposición del gobernador que, los amenazó y los estuvo intimidando con la policía judicial, lo justo y procedente de la causa logró para los maestros el apoyo popular que finalmente culminó con la afiliación de los maestros sonorenses en la naciente Sección 54.
Posteriormente, en 1967, el pueblo se unió para repudiar la candidatura impuesta de Faustino Félix Serna, mismo que impulsó la formación de un grupo de choque denominado “ola verde” (por sus atuendos) que, se dice golpearon a unos y desaparecieron a algunos de los líderes del movimiento opositor, logrando despertar simpatías y a algunos de cientos de seguidores (principalmente jóvenes estudiantes), todo terminó al llegar las elecciones con la imposición de Faustino Félix.
Después, ha habido protestas, manifestaciones y mitines en contra de las tarifas del agua, luz, transporte urbano, etc. pero estas demandas no han logrado la participación de la clase media alta y en su gran mayoría lo llevan a cabo gente trabajadora y estudiantes.
Por eso podemos aseverar sin sombra de dudas que el trágico suceso del 5 de junio de 2009, marca un parteaguas en el acontecer de nuestra comunidad y que podemos hablar de un antes y un después a partir de este bochornoso hecho.
Haciendo un parangón con el temblor de 1985 de la Cd. de México (guardando sus debidas proporciones), podemos decir que el triste infanticidio perpetrado con los niños que perecieron logró aglutinar a la gran mayoría de los habitantes de esta capital que sin distingo de clase social nos solidarizamos con la angustia y dolor de los padres, pero también nos indignamos con los responsables de “cuello blanco” por el descuido criminal que causó la conflagración.
Si el pueblo no hubiera hecho causa común con los rescatistas que acudieron al siniestro a brindar su esfuerzo desinteresado, quizás estuviéramos hablando de un mayor número de víctimas, los héroes anónimos que arriesgaron su propia integridad física apoyaron en el rescate, salvaron vidas que en otras circunstancias a lo mejor no se hubieran logrado.
Mientras tanto los realmente responsables de la tragedia, por acción u omisión, tanto federales como estatales, se preocuparon más en lavar culpas y justificar lo ocurrido, que en buscar a los verdaderos responsables del incendio.
Yo pienso que el accidente empezó a gestarse desde el momento que fue otorgada la concesión de la guardería (término poco digno para denotar los cuidados y formación de niños pequeños). A personas de “solvencia moral” y “solvencia económica” y cero conocimientos acerca del manejo de guarderías, se me ocurre que es como si contratáramos a un joven atlético y con excelente salud para trabajar como salvavidas, pero sin saber nadar.
Esa ignorancia e inexperiencia en el manejo de este tipo de establecimientos provocó que vieran más como negocio que como delicada responsabilidad y por lo mismo buscaron conseguir la más alta rentabilidad posible a su inversión y por eso decidieron habilitar como guardería un local construido para ser utilizado como bodega de almacenamiento de mercancías o taller de reparaciones y obviamente inapropiado para atender niños.
Cualquier agente asegurador de pólizas contra incendios, por muy novato que fuera, hubiera observado a primera vista que entre la bodega colindante y la que iban a acondicionar había comunicación directa, esto quiere decir que compartían techo y muros de un material que ofrecía poca seguridad, además del poliuretano con el que habían aislado el techo, que lo hacía cien por ciento flamable.
Pero ellos no captaron ni midieron el riesgo, no por mala fe, sino por ignorancia, pero reza un principio de derecho: La ignorancia de la ley no exime su cumplimiento
No estuviéramos hablando de este penoso incidente si se hubieran asesorado debidamente para conseguir un local más funcional y seguro, contratando en la misma forma a personal calificado en el cuidado infantil que conlleve educación, nutrición y salud.
De cualquier forma tuvo que haberse hecho una inspección oficial de parte del IMSS para dar el visto bueno para iniciar operaciones, y desde esa primera inspección se podría haber objetado la cercanía de la gasolinera y todas las demás deficiencias como falta de salidas de emergencia, extintores, la famosa lona en el techo que fue lo primero que ardió y provocó intensas quemaduras al derretirse el material sintético del que estaba hecha, etc.
Se desconoce cuantas revisiones técnicas fueron practicadas por los especialistas en seguridad del IMSS, pero supuestamente habían tenido una a pocos meses del fatídico 5 de junio y la misma fue calificada en forma positiva. Han inculpado a los bomberos, a los de protección civil y hasta a los de inspección y vigilancia del ayuntamiento que en esas fechas estaban a cargo del profr. Jesús Davis Osuna, amigo personal y del que me consta su profesionalismo y responsabilidad para el desempeño de los cargos que ha ocupado dentro de la función publica. Lo que no entiendo y que yo sepa, nadie ha responsabilizado a los inspectores del seguro social que hicieron la revisión previa al siniestro, ellos deberían de ser los principales inculpados, porque su negligencia y falta de profesionalismo pasaron por alto fallas técnicas que violaban visiblemente los protocolos de seguridad establecidos, ¿Se harían de la vista gorda por órdenes superiores?
Lo mismo podemos decir de los que recibieron la concesión para el manejo de la guardería, desde un principio se les exoneró prácticamente y se les protegió del golpeteo mediático o de no tocarles ni con el pétalo de un citatorio, para que explicaran acerca de las anomalías detectadas.
¿Por qué ese manto de protección hacia los responsables por negligencia y omisión, que contrasta con la saña con que se persiguió a la supervisora de guarderías y la propia directora de la ABC que se la rifó para rescatar los niños que pudo, sufriendo infinidad de quemaduras en gran parte de su cuerpo, que han requerido cinco cirugías, la colocación de injertos y una rehabilitación permanente? En tanto los autores intelectuales con mucha cachaza se pasean en lugares públicos y presumen tener la conciencia tranquila.
Pero si cayó el Muro de Berlín y la Cortina de Hierro de la URSS, no debemos perder la esperanza de que más tarde que temprano, los responsables de este infanticidio dantesco paguen por su crimen.
* L.A.E. Jesús Manuel Corona Martínez. Colaborador