Basura celeste: Una de las formas del elogio






Por Ricardo Solís
Creo que existen pocas maneras tan bellas y sencillas para referirse con admiración a un autor como la que emplea Caludio Magris en uno de sus ensayos en el que relata su primer encuentro y conversación con Isaac Bashevis Singer. En ese texto, el escritor triestino cuenta que, al responder a sus preguntas, a Singer “se le escapaba el sentido de lo que había escrito” (Wittgenstein tal vez hubiera dicho que escribía no con la cabeza sino con la mano, que no siempre sabe lo que sucede cuando su escritura traza mundos sobre el papel o la pantalla) y, ante las críticas sobre sus novelas, no entendió sus objeciones y sólo respondió que él escribía “lo que en ese momento le gustaba”.
Esta conversación –recordemos– ocurrió en los setenta, cuando al autor de Satán en Goray aún no se le concedía el Premio Nobel de Literatura (eso fue hasta 1978); ahora, después del encuentro, a Magris no le quedó sino aceptar que, aunque se reconocía “más inteligente” que Singer, el narrador de origen polaco, lejos de ser “un intelectual” era un auténtico “genio” que, como muy pocos, era capaz de expresar “el carácter absoluto de cada momento significativo de la vida”.
No se necesita añadir que Claudio Magris no es precisamente un mal lector y que, si seguimos su consejo, bastaría que cualquier interesado se asomara a los relatos de Singer o, también, a algunas de sus mejores novelas, como El mago de Lublin o esa rara gema que es El esclavo, una historia donde los eventos alojan por igual la impresión de algo factual y más de una resultante fantástica que no se espera.
El elogio, por supuesto, está en cómo el triestino nos presenta a Singer como alguien que no presta atención a detalles que quizá un “escritor profesional” sí atendería; por el contrario, si se desea “explicar” su talento lo que se requiere es asomarse a la forma en la que los momentos “significativos” de la existencia pueden expresarse con un “carácter absoluto” (para usar los términos de su frase), esto es, con la claridad y sencillez que no admiten sesudas explicaciones que apenas los académicos dirían soportar.
Esta vieja conversación que rememora Magris me hace pensar también en ciertas palabras de Juan Goytisolo cuando refiere que si hoy día existe una grave amenaza para los escritores y el futuro de la literatura es que se rindan, sin resistirse, “los halagos del poder mediático y a las crudas leyes de la compra-venta”; en este sentido, prosigue el autor de Paisajes después de la batalla, el peligro no es solamente sucumbir ante el peso del mercado editorial sino, sobre todo, en cómo pueden acabar marginados aquellos que “escriben sin anhelo de recompensa y permanecen fieles a la ética del lenguaje”.
Esa última frase que cito de Goytisolo, creo, contiene la doble explicación del elogio que hace Claudio Magris del fenomenal Isaac Bashevis Singer, un narrador excepcional que mantuvo su compromiso vital con la escritura que no espera el reconocimiento ni traiciona su lenguaje, que puede despertar en los lectores un interés alejado de la estridencia pero muy cercano a los conflictos que nos permiten comprender la pinza cotidiana que se abre y cierra sobre nosotros y los laberintos donde nos movemos. En mi opinión, no hay mejor forma de halagar la obra ajena.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.





