Basura celeste: Novela para atacar sin prisa
Por Ricardo Solís
A finales de 2010, durante la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, tuve programada una entrevista –que finalmente no se realizó, no recuerdo el motivo– con la escritora coreana Eun Hee-kyung, quien debía presentar su novela El regalo del ave (Emecé, 2009), editada en Argentina y traducida al español por SooHyun Hwang y José Catalán. Como suele suceder, en aquel entonces leí su libro pero nada recordaba de él hasta que, hace unos días, gracias a una pequeña mudanza, descubrí el volumen y decidí leerlo de nuevo.
Y vaya que no recordaba nada. Para comenzar, la protagonista (y narradora) es una niña –Jin-hee– un tanto inverosímil que, con doce años de edad e hija de una madre afectada de locura, vive en un pueblo no lejos de Seúl con su abuela y dos tíos, en una casa cuyas dimensiones le permiten a la jefa de familia rentar diferentes habitaciones y locales comerciales en los que se alojan diversos personajes. Pero Jin-hee es consciente, quizá demasiado, de su posición en el mundo; es una presencia que escruta, evalúa y describe lo que sucede, con una asombrosa precocidad que gracias a un final esclarecedor no llega a parecer excesivo o fruto de la mala prosa.
En esta especie de encierro creativo, la niña reparte sus días entre la escuela y su hogar, pero orbitando de forma tangencial –gracias a los otros, sobre todo– el mercado de la localidad, las ruinas de un castillo diminuto, una fábrica de jabón y las imágenes que le asaltan de manera constante porque, en su opinión, dichas “visiones” marcan su destino (y, de hecho, gracias a la contemplación de una rata que representa su especial modo de “enfocar” la vida para evitar los peligros del amor y el compromiso, la historia se vuelve circular y toma un renovado sentido del que careció por más de 300 páginas).
Desde el epígrafe –el fragmento de un poema de Jacques Prévert– se avisa que la clave de la acentuada percepción de Jin-hee se sustenta en el encierro, en su temor a vincularse con los demás y un juicio siempre singular (aquí es donde uno halla los destellos de humor) sobre todo aquello que acontece en su entorno, desde la costosa inocencia de su tía y los chismes de una vecina intrigante hasta la lascivia cotidiana de un viejo solitario, las dificultades se su abuela campesina o la miseria cotidiana de un sastre y su familia.
Por otra parte, la literatura y el cine juegan un importante papel en este continuo descubrir que las relaciones humanas se basan en rituales de hipocresía y ocultamiento, en elecciones que se pagan a precio de desdicha y el azar que se cierne como una cuchilla invisible sobre las personas; Jin-hee es una lectora voraz y no escatima referentes o asociaciones que le permiten interpretar las cosas a partir de novelas, historias tradicionales, notas periodísticas o artículos que aparecen en las revistas que su tío colecciona (asimismo, aprovecha cada ocasión que se presenta para evocar las películas que ha visto cuando la llevan al cine).
Como buen personaje sitiado entre la infancia y la pre-adolescencia, la niña nos hace partícipes de su dolor y asombro ante las pequeñas tragedias circundantes, las de los demás y las propias, porque no sólo contempla el derrumbe anímico de su tía o las penurias que acarrea la belleza sino, también, su primer amor (y consecuente decepción), el asalto de la sexualidad o el sorpresivo retorno de su padre. Con todo, lo que pasa es vivido no desde una perspectiva directa sino, se diría, diagonal; incluso cuando, en el final de la novela, cercana a los 40 años, la existencia de Jin-hee transcurre casi convencional, pero bajo sus propios términos y casi ausente de apasionamientos.
En un principio dije que la protagonista podría resultar algo inverosímil, ya sea por su nivel de “madurez” o su capacidad para conocer a los adultos mejor que ellos mismos, lo que la niña llama “mirar el otro lado de la vida”. Lo cierto es que, después de todo, es mucho mejor una relectura con tiempo para una historia como El regalo del ave, que no es para atacarla con prisa.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.