viernes, noviembre 22, 2024
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La Perinola: El coro de la verdad

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Por Álex Ramírez-Arballo
Tengo que reconocer que no puedo resistir la tentación de escuchar cuando la gente debate. Hay algo ahí, en ese acto tan ordinario, que me resulta absolutamente paródico y al mismo tiempo revelador de la condición humana: todos estamos plenamente convencidos de poseer algo que no vemos pero que consideramos esencial, la verdad. Sin ese súper poder invisible nos sentimos desnudos, débiles y envilecidos; no es nada extraño que la gente llegue a matar por querer defenderlo. Es una reverenda estupidez.

Pero volvamos a los que discuten. Se trata de dos sordos que se afanan en alzar la voz, como si esto fuera una especie de refinación del argumento; cuando guardan silencio es para recuperar el aliento mientras piensan aceleradamente cómo desmontar al oponente. Muchas veces se pierden en el camino y deben volver a comenzar. Se trata de un juego interminable. Parece que no se dan cuenta de la perversión de semejante desahogo: si abrieran los oídos, si se detuvieran un momento, por breve que fuera, para tratar de comprender lo que el otro dice, estoy seguro de que encontrarían zonas de acuerdo y comprenderían lo que el teólogo Hans Urs von Balthasar solía repetir: “La verdad es sinfónica”. En otras palabras: yo necesito de ti para que mi verdad sea más completa; y tú me requieres para que esa verdad sea realmente tuya, porque la verdad nunca es solo tuya o mía sino nuestra. No ejercemos poderes plenos de posesión sobre la verdad, sino que participamos de ella en una búsqueda que nos dignifica y otorga sentido de personas y de comunidades.




Todo mi trabajo académico va en ese sentido y ya voy llegando a una edad en la que debo aceptar que lo poco ¾o muy poco¾ que aporte a mi profesión habrá de ser en torno a la construcción de un concepto de verdad polifónica y coral que no se despoje de su carácter esencial y necesario, pero que encarne en la vida diaria, en la necesidad ética y urgente de salir del ensimismamiento engreído y cobarde en el que nos han educado, para buscar nuevas y mejores posibilidades de futuro.

Yo, como los sordos y ciegos de mi ejemplo, me descubro muchas veces enardecido por ese deseo instintivo de hacer de toda diferencia de opinión una disputa carnicera: siento el calor en el rostro, el incremento de las pulsaciones y ese demonio susurrándome al oído para convencerme de que el iluminado soy yo y el tonto es siempre el otro. ¡Basura, todo basura! Es preciso que las razones se impongan movidas por una voluntad ética de construcción y participación constantes. Seamos a un mismo tiempo inteligentes y humildes, tiremos la espada de la ira que nos impide pensar con claridad y sentémonos frente al que habla; estoy seguro de que encontraremos en su voz, sin importar que tan opuesto a nuestro pensamiento sea lo que nos dice con sus palabras, un poco de nuestra propia condición humana. Ahí donde una disputa termina en acuerdo no hay derrota sino triunfo de dos, voluntad coronada, humanidad y, sobre todo, esperanza.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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