lunes, abril 7, 2025
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La Perinola: Tiranos cotidianos

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Por Álex Ramírez-Arballo
Para cualquier ciudadano de un país auténticamente democrático y libre resultaría imposible de comprender la frecuencia con que muchos mexicanos toman las calles para exigir que el gobierno atienda sus demandas. Desde su lejanía pensarían seguramente -y con razón- que tales medidas afectan a terceros y que por ello son injustificables; en su cabeza no cabría pensar en una realidad dolorosa: para muchas personas que deben enfrentarse a enormes dificultades impuestas por la burocracia corrupta, no hay más alternativa que ejercer este acto de resistencia radical. Un gobierno incompetente daña directa e indirectamente a los ciudadanos, y lo hace con su inoperancia y en algunos casos con su abierta criminalidad.

El nivel de ineficacia del gobierno (federal, estatal o municipal) es hiriente. Pero a mis ojos lo que resulta más sorprendente es la capacidad de resistencia de muchos ciudadanos que aprenden a lidiar con una vida que ha de ser vivida boca abajo, con la bota en la nuca y la injusticia como el pan amargo de cada día. Cosas elementales que deberían darse por sentadas, como la recolección de la basura, la seguridad pública o el mantenimiento de las calles y avenidas de una ciudad son abandonadas por los responsables, me refiero a los inquilinos de las oficinas gubernamentales; sin embargo, mucha gente prefiere, por indolencia o cobardía, adaptarse a las carencias impuestas en lugar de sumarse a quienes protestan abierta y dignamente. Deben salir sin saber si van a regresar a casa; deben vivir entre fétidas montañas de inmundicias; deben conducir su coche entre agujeros sobre avenidas sin señalizaciones adecuadas, pero solo maldicen y aguantan, siempre aguantan. Han hecho del desorden impuesto y aceptado su zona de confort: “Podría ser peor”, seguro que piensan.




No me cabe duda de que en México la ley es letra muerta, la corrupción es asfixiante y la impunidad es la sal en la herida abierta de una ciudadanía desinformada y cobarde. No descubro el agua tibia, pero hay que decirlo para que no se olvide, sobre todo hoy que la euforia electoral es tentación escapista.

No se protesta por protestar, recordemos, no se protesta por ganar notoriedad -como ciertamente algunos cínicos lo hacen -, se protesta porque actuar en la búsqueda de la justicia y en defensa de los intereses propios y comunitarios es un altísimo deber moral; porque, como decía mi madre, al sordo hay que gritarle. La existencia de lo que yo llamo tiranos cotidianos nos exige una reacción personal de revuelta igualmente cotidiana, de señalamiento público y de acción civil sensata. La pasividad frente a un gobierno profundamente enfermo es complicidad y es pedagogía del error: formamos a nuestros hijos, aun sin quererlo, en el vasallaje y la mentira. Así de terrible es todo esto.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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