Imágenes urbanas: ¡Gaaas!
Por José Luis Barragán Martínez
– ¡Mírala, ahí viene, como siempre, quien sabe cómo le hace que nada más sabe que ya compramos gas y rápido se aparece!
– Por Dios Apolonio, otra vez lo mismo, si tú ya sabías cuando nos juntamos que yo tenía una hija, en aquel entonces hasta dijiste que siempre habías soñado con una niña, que porque las bebés se encariñan mucho con los papás, tú me aceptaste con ella y ahora resulta que no la puedes ver.
– ¡Pero mujer, yo cómo iba a saber lo bailadora que iba a salir la muchacha, tanto gasto que hicimos para sus quince años y mira que esa misma noche en plena fiesta haberse fugado con el chambelán, nos atrasamos varios años por los gastos de ese día y la señora muy campante apareció al tiempo con un niño y del chambelán ni sus luces! ¡Cuántos niños lleva a la fecha! ¡Tres y apenas tiene 20 años, al paso que va pronto va a tener la docena! ¡Por mí que haga lo que quiera, muy su vida, lo que me molesta es que viva aquí, se desaparece por días cuando se acaba el gas diciendo que se va con unas amigas, lo que pasa es que no le gusta atizar el fogón! ¡Te deja a los chamacos, tengo que jalar con su manutención, sus lloriqueos que no me dejan dormir toda la noche, los pañales, toda su crianza nos la deja y luego lo floja que es, para lo único que se acomide es para arrimarse a la mesa, no tiene llenadero, eso de las amigas es puro cuento, es un descaro porque luego sale embarazada, te deja los cerros de ropa sucia, nunca lava una cuchara!
– Cálmate Apolonio, te va a oír, ya se acerca.
– ¡Qué me oiga, no lo dudes que ya venga panzona quien sabe de quien, a poco crees que no me he cuenta que cuando está aquí nada más le doy la espalda y me hace caras burlándose de mí, hasta trompetillas me avienta y dice que es alguno de los niños!
– Apolonio por favor, es mi cruz, ayúdame a cargarla.
La muchacha llegó, saludó y preguntó: “¿Los niños cómo están?”, sin contestarle el hombre le dio la espalda, en eso se escuchó una trompetilla y rápido volteó con el rostro desfigurado de coraje: “¡Fue Adriancito, o Martincito, o Javiercito!”, dijeron las dos mujeres al mismo tiempo.
*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador