La Perinola: Algofobia
Por Álex Ramírez-Arballo
Pocas cosas hay en este siglo XXI nuestro que nos aterren tanto como el sufrimiento. Nunca antes en la historia de la humanidad se habían producido tal cantidad de fármacos para eliminar el agobio y el malestar físicos como los que la industria farmacéutica fabrica hoy; parece ser que nuestro “coco” más temible es esa sensación de profunda incomodidad que todos conocemos como dolor y que nuestro sistema nervioso central utiliza para advertirnos que hay algo mal en nuestro cuerpo o nuestra mente. Si no fuera por el dolor, no lo olvidemos, no podríamos sobrevivir en este planeta.
El miedo al dolor es la madre de las fobias del siglo XXI (el siglo pasado era el miedo a volar) y esto es una mala señal. Esto quiere decir que nuestra capacidad de resistencia se ha disminuido; somos cada vez más “llorones” y blandengues. Si no somos capaces de tolerar el dolor físico, tampoco somos capaces de capotear la presión mental y el agobio que es parte de la vida normal de las personas. No es casualidad que la industria del bienestar florezca a un ritmo descabellado.
Si, como he dicho ya, el dolor nos ayuda a sobrevivir, también es cierto que la resistencia a las tribulaciones físicas y mentales de la vida nos vuelven fuertes y lúcidos. Por eso veo con muy malos ojos la obstinación actual de los pedagogos que se esfuerzan por promocionar una educación indolora, divertida y decididamente frívola; suponen que el esfuerzo no es parte de la ecuación, condenando con ello a toda una generación a vivir en una auténtica mentira. Pero como la realidad es terca, quien no reconoce y asume el sufrimiento como parte de la condición humana deberá enfrentar más temprano que tarde la amargura y la frustración que en dosis no pequeñas forma parte de nuestra existencia.
Las satisfacciones más grandes que he conseguido en este mundo han venido tras un enorme esfuerzo. Y no hablo de sacrificios momentáneos, hablo de años y años de obstinación, de una rabiosa paciencia que labora secretamente, lejos de reflectores y gratificaciones inmediatas. No soy yo ni de lejos un ejemplo, pero si algo me queda claro es que los anestesistas de la juventud mienten: no hay manera de forjar el carácter si no es al contacto directo del fuego. La vida quema, muchachos.
Evitar el dolor es pasar por la vida como un forastero. Una auténtica derrota del espíritu.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com