La Perinola: El fin de la educación
Por Álex Ramírez-Arballo
Hace ya 18 años que trabajo en un aula, por lo que me siento con alguna experiencia en el contacto directo con gente joven, muchachos que comienzan a vivir con entusiasmo, dedicados a forjarse en sus carreras, abriéndose paso en nuestra sociedad. Puedo afirmar que la gran mayoría de ellos desean que su vida sea buena y, por si fuera poco, se saben poseedores de talento, tiempo y voluntad; sin embargo, muchos de ellos, si no es que la gran mayoría, habrán de ver pasar los años sin que sus más grandes anhelos cuajen. La rutina nubla más corazones que la tristeza, me queda claro.
Dejando por un momento de lado las dificultades impuestas por la vida moderna y sus obligaciones consumistas, estoy convencido de que la causa principal de la frustración de muchos adultos que, como mis alumnos, fueron jóvenes y tuvieron en la cabeza todos los sueños del mundo, es la incapacidad de resistir el desaliento, la frustración, la injusticia y la mala fortuna que en dosis más o menos distribuidas habrán de llegar a nuestra vida. Sé muy bien que no hay arma más poderosa para enfrentarse a los demonios naturales de este mundo que la habilidad de respuesta ante la adversidad.
Cuando los vientos de la adversidad hayan roto nuestras velas, para decirlo muy cursimente, es preciso creer de nuevo, remendar lo roto, reparar lo que se ha quebrado, comenzar a navegar nuevamente lo más pronto posible.
Esto es un lugar común, sobre todo porque día y noche se cacarea en los púlpitos motivacionales de la internet. Pero la verdad es que el llamado a la responsabilidad, es decir, a la resistencia, se pierde en la más antigua filosofía moral: todos los sabios han sabido siempre que la vida implica un compromiso diario que no debe obviarse en ningún proyecto educativo serio.
Se educa a la persona, no solamente al cerebro. Toda pedagogía que omita el carácter existencial de la enseñanza-aprendizaje está condenada a ser no otra cosa que un mero transvase de conocimientos. Descreo totalmente de esta manera de entender nuestra profesión; los que educamos lo hacemos con toda nuestra existencia, no solamente con nuestro instrumental intelectual. No estamos educando trabajadores, estamos educando seres humanos.
Estoy seguro de que sensibilizar a los más jóvenes acerca de la necesidad de una disciplina vital de esfuerzo y resistencia adquirida en la práctica cotidiana debe ser nuestra obligación más apremiante. Es lo que necesita nuestro país, es lo que necesita nuestro mundo. No es fácil ni rápido, pero no hay más alternativa que esta: no engañemos a los pequeños haciéndoles creer que no hay leones esperando por nosotros allá fuera.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com