Imágenes urbanas: Bodas de Papel
Por José Luis Barragán Martínez
Blanca y Gerardo se casaron y hasta apuestas hubo entre los demás empleados de aquella oficina: “Pronto entrarán en problemas, como suele suceder, más porque trabajan donde mismo, se van a estar vigilando, vendrán los celos”, decían la mayoría de los compañeros de trabajo, “no, no, no, problemas siempre va a haber, en cualquier matrimonio los hay, allí está el chiste, en comprenderse, en tolerarse”, entraba en la defensa la Josefita, “momento, momento, imagínense verse mañana, tarde y noche, juntos todo el día, la locura, los mismos pasos, la misma voz, el mismo aroma a todas horas, eso de verse a cada segundo es la locura”, dijo La Chata, quien siempre había mostrado inconformidad de que le dijeran así por su nariz en forma de guante.
La pareja, enterada de los comentarios, desde un principio aceptó el reto para lo cual, desde que regresaron de la luna de miel llegaban al trabajo tomados de la mano: “Míralos, pasito tun tun, hasta se menean, ¿quién les va a creer que después de dormir juntos todavía les queden ganas de andar acaramelados?” decía La Chata.
El día de su cumpleaños, Blanca recibió un arreglo de rosas rojas en forma de corazón. La Chata: “Ay tú, dizque apasionados, a ver cuánto duran”.
Los días y los meses transcurrieron y la pareja firme en sus sentimientos y en sus ilusiones.
Hace poco, otro empleado de la misma oficina anunció que también se casaba, así que sus compañeros decidieron hacerle la tradicional despedida de soltero.
La despedida la querían hacer en un table dance, pero Gerardo dijo que si era allí, por respeto a su esposa no asistiría, así que decidieron cambiar la convivencia a la casa particular de uno de ellos.
El día de los hechos y ya al calor de las copas le jugaron una broma al Gerardo, entre todos lo agarraron, le bajaron el pantalón y le pintarrajearon el calzoncillo con un pintalabios: “¡A ver si es cierto que tu mujercita es tan comprensiva!”, le dijeron entre carcajadas, “no pasa nada, no pasa nada”, contestó el interpelado.
Al día siguiente la sorpresa fue general, primero llegó Blanca y después Gerardo con un moretón en un ojo, muy serios los dos, las murmuraciones por doquier, La Chata feliz: “Quiúbule, qué les dije, no van a llegar ni a las Bodas de Papel, ya tuvieron su primer agarre”. La Josefita: “No es cierto, parece que estaba comiéndose unas galletas en un sillón mientras miraba la tele, se durmió, se atragantó, se fue al suelo y se golpeó”. La Chata: “Esos fueron sartenazos, si ya me platicaron lo de la despedida y la broma que le hicieron, no que mucho amor, no que muy comprensiva la palomita”. Damián, el intelectual de la oficina, solterón empedernido: “Unidos van de la mano, el amor y el desamor, no lo olviden”.
*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador