jueves, noviembre 21, 2024
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Basura celeste: Formas simples de la felicidad

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Por Ricardo Solís
Existen novelas por ahí, en algún lugar, que de alguna forma nos interpelan de manera secreta o se hacen notar para que uno las tome y las lea; así me sucedió esta vez con La grandeza de la vida (Tusquets Editores, 2015), del alemán Michael Kumpfmüller (Múnich, 1961), y no se trata de que su título fuera seductor –más bien es lo contrario– o el diseño atrayente, la cosa es que la ilustración de portada y el referente histórico que determina la historia me hicieron adquirirla porque, primero, las fotos antiguas me resultan atractivas siempre y, segundo, aunque no sean pocos, un relato que refiera –en todo o en parte– a la vida de Franz Kafka dispara sin excusas mi curiosidad.

Vamos por partes: la fotografía que ilustra la portada revela una pareja a orillas de una playa no muy limpia; la imagen data de principios del pasado siglo y ha sido intervenida para darle color pero, es notable, se trata sólo de una parte de la foto, lo que vuelve borroso lo que se aprecia, dos personas formalmente vestidas que miran las olas en toda la imprecisión que genera carecer de rasgos específicos, compañía íntima y soledad ante los otros (va perfecta con la novela, aunque eso se descubre después de la lectura).




Ahora bien, aunque se trata de una novela, lo que Kumpfmüller trata desde la ficción son los últimos meses de vida de Franz Kafka, tras conocer a Dora Diamant en un balneario al que asiste buscando aliviar un poco su salud y por consejo de su familia. Así, lo que imagina el autor es la manera en que surge y se desarrolla la relación entre el autor de La metamorfosis y la joven judía de apenas 25 años de edad que le acompañará hasta el día de su muerte.

Es posible, no dudo, que a más de un lector el ritmo de la narración le pueda parecer lento, pero sucede que eso depende tal vez del grado de conexión para con la historia, es decir, el escritor checo mantiene la personalidad que se adivina a través de sus diarios y en esta novela se cuentan los hechos por medio de una “voz” que es, en esencia, una tercera persona muy maleable, de modo que no es raro que de pronto se interpongan o sobrepongan enunciaciones directas que parten de la perspectiva de sus protagonistas.




Lo anterior, sospecho, se consigue gracias a la combinación de dos elementos: uno, el empleo directo de citas que provienen de los diarios de Kafka y, dos, el ejercicio creativo que parte de “inventar” lo que posiblemente se dijeron a través de su correspondencia y lo que el checo escribió durante su vida juntos (se sabe que Dora Diamant conservaba 20 cuadernos de notas y 35 cartas de Kafka, material que la Gestapo confiscó en 1933 y que, a la fecha, se considera desaparecido).

Finalmente, si el título le parece grandilocuente o cursi, conviene saber que procede directamente de una cita (de 1921) de los propios diarios del escritor; creo, fue elegida con tino por Kumpfmüller porque corresponde con la manera en cómo viven el amor sus personajes –nada convencionales, por cierto– y, sobre todo, cómo lo expresan (para consigo mismos y con los demás). Sí, en La grandeza de la vida no hay conclusiones o certezas sino una poderosa intuición que se sustenta en sucesos mínimos, en la cotidianidad en que se basan las formas más simples de la felicidad.




 

Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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