jueves, abril 10, 2025
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Mamborock: El Torrente Sanguíneo de David Vera

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Por Carlos Sánchez
Y de pronto las imágenes nos llevan de la mano. Nos despojan de lo que tenemos en la mente en ese instante y nos guían hacia ese lugar onírico que es la infancia. O un recuerdo difuso, de lo que un día miramos. Puede ser real o puede ser ficción.

Eso tiene el arte. En este caso lo conceptual se torna sugerente. Hay un tren de furgones diminutos que irrigan emociones en el interior. Lo sentimos recorrernos. Este tren de vagones en diapositivas funge como esa caja de tesoros con la que jugamos de niños.

¿De cuántas postales se construye nuestra memoria? ¿Cuánto de realidad tiene y cuánto de invención?




David Vera es fotógrafo. Hurga en la investigación de lo que es, hurga en sus lecturas, en lo que le rodea, en la reminiscencia, obvio. De pronto el impulso decide como una orden al subconsciente. Desde allí, interpreto, construye y nos ofrece su propuesta a manera de exposición: El Río Viviente de Sta. Rosa, a Propósito del Torrente Sanguíneo.

Esta exposición de reciente inauguración en Galería Bicentenario, significa el colofón de FotoSonora, la fiesta de la imagen que organiza Instituto Sonorense de Cultura, y en la cual David Vera ganó, junto a Claudia Platt, el Concurso Estatal Fotoseptiembre 2018, en la Categoría A, Exposición Fotográfica.

A veces el vértigo, por el exceso de imágenes. En ocasiones el misterio contenido en la técnica, la manipulación quizá del papel para que la textura nos cuente el rescate. También la elocuencia de aquellos años en los que un día mi papá nos llevó de paseo y en la carretera nos encontramos con una camioneta descompuesta con la que durante muchos años estuve soñando…

La sugerencia de los caminos por donde uno anda. La interpretación. El recorrido afuera de la galería. Porque las imágenes se vuelven otra vez esa caja de tesoros donde caben todos los recuerdos. Y contar. Jugar.

Está tremendo que la propuesta de David se construya también de libertad. Que no el encierro en el disparo de una cámara. Que las propuestas de un pincel sobre la manta sean el trazo para el recorrido. Un puño de arena y el objeto que de pronto se atravesó en la vida y allí está: la transportación de una pieza que él decide hacer arte.

Los pies en la tierra. La mirada en el torrente del río, ese cuyo cauce es un misterio. El tiempo al que desearíamos volver. Porque la imagen nos seduce. La revelación de que algo ocurrió allí y deseamos indagar también.




La maleza como un campo donde sentir el viento y escuchar la paz. La resistencia, el esfuerzo. La estética de pronto en la construcción de la obra de al lado, la armonía del color y el volumen. La pulcritud en las decisiones de David.

El exceso en el contenido de imágenes, ya lo dije, vertiginoso. La sugerencia del minimalismo que no lo es y sin embargo está.

David en su recorrido inaugural, conversa con los asistentes. Explica a manera de respuesta. Señala uno y otro acontecimiento de su propuesta. Las palabras que agudizan la mirada. Quizá ante la oralidad del autor, el espectador entienda más sobre estos caminos.

Mientras esto sucede, en el interior de la galería todo se nos vuelve un torrente. Los misterios, la mística desde la iluminación, nos hacen sentir ese instante del último hálito. Así debe ser la muerte. Un torrente sanguíneo que hace su pausa sucedido por un torrente de imágenes. Todo lo que vimos en este breve paso por la vida.




 

http://mamborock.mx


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