La Perinola: La rebelión de la esperanza
Por Álex Ramírez-Arballo
A muchas personas les molesta la navidad, y les molesta por múltiples razones: el ruido, el exceso de propaganda comercial, la obligación de reunirse con familia a la que pareciera mejor mantener a raya o la maldita nostalgia que nos lleva de la mano hacia los supuestos paraísos de la infancia: el paso del tiempo se vuelve más evidente en esta celebración cuando nos damos cuenta de pronto, como si lo hubiéramos olvidado, de que la muerte nos va arrebatando poco a poco a los que amamos.
A mí no me pasan estas cosas; por el contrario, este es mi momento favorito del año. Cuando fui niño esperaba con ansia la llegada la navidad y todo el color y sabor que encierra. Ahora que me hice viejo no es menor el entusiasmo, sobre todo desde que tengo hijos, que han llegado para hacer de la vida un lugar mejor. Me emociona su entusiasmo, la alegría tan genuina que muestran y la ilusión con que esperan, como lo hice yo alguna vez, algún regalo.
Yo creo, ahora que lo pienso, que si hay algo que mantiene vivo lo que los cursis llamaban o llaman el “espíritu de la navidad” es una vocación profundamente humana y necesaria: la necesidad de la esperanza. El mensaje navideño, a despecho de los mercadólogos de ocasión, es el mensaje cristiano de la reconciliación y la paz. Todos los seres humanos deseamos vivir en armonía con los demás, construyendo día a día nuestra porción de porvenir; el conflicto ha de evitarse a toda costa, o al menos es lo que queremos casi todos: la prueba de esto es la natural tendencia de la sociedad contemporánea hacia la consolidación de una cultura de paz definitiva que algún día, estoy seguro, llegará. En los tiempos que corren, donde la crispación es un producto, una especie de secreción emocional que algunas mafias ordeñan de la humanidad gracias a un muy preciso y complejo sistema de intercomunicación propagandística global, recordar una vez más la sencillez del mensaje navideño es un acto de luminosa rebeldía e independencia.
Hagamos un esfuerzo, aceptemos las dificultades de la vida y el reto enorme que nos supone el tener que convivir con quienes piensan de modo muy diferente. Sobre ese acto de honestidad construyamos un camino de acercamiento, de tolerancia, inclusión y respeto hacia quienes, por decirlo de un modo muy coloquial, caminan por la acera de enfrente. Este es el mejor regalo que podemos hacernos a nosotros mismos, el de la madurez histórica que nuestro tiempo nos reclama.
Muy feliz navidad a todos. Lo digo más allá de la frase hecha, lo digo sintiéndolo y queriendo con todas mis fuerzas para ti, para mí, para todos nosotros.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com