Basura celeste: Sobre el producto “más propio” de la humanidad
Por Ricardo Solís
Lo que para muchas publicaciones puede ser un insulto o una descalificación, para el libro del escritor alemán Florian Werner, La materia oscura: historia cultural de la mierda (Tusquets Editores, 2013), no aplicaría y, tal vez, resultaría incluso un halago que, por otra parte, no sería muy errado por tratarse de un estudio en el que se revisan, desde múltiples fuentes, disciplinas y testimonios, la relación que los seres humanos hemos establecido a través del tiempo con “uno de los tabúes más arraigados en nuestro inconsciente”.
Sin embargo, aun cuando se conceda que –como sostiene el autor– nuestra deyección más conocida “impregna nuestra concepción de la cultura, la sociedad, la salud, el decoro, el humor y la identidad” (de hecho, con base en estos elementos es que se estructuran las secciones del ensayo), también es justo conceder que el rol de nuestras deposiciones en la vida cotidiana ha variado tanto que no es sencillo seguir su registro, pero Werner realiza una labor concienzuda para poner de relieve que, por lo menos el papel que tiene en la época actual deriva de la modernidad, como “interiorización” de normas de conducta que derivaron en sentimientos de vergüenza y rechazo.
En pocas palabras, la mierda no puede no ser nuestro acompañante “soslayado” porque no puede ocultarse, deriva y forma parte de nosotros; de esta suerte, los productos culturales que se consignan en este libro van desde los testimonios históricos, las evidencias arqueológicas, la tradición literaria (campo en el que Werner es experto) y la pornografía, hasta los inevitables campos de la medicina, la sociología, la lingüística o el psicoanálisis, territorio epistemológico este último donde Freud y sus herederos han indagado con no poca profundidad y empeño acerca del asunto (que no siempre fue juzgado tan “sucio” o deleznable, puesto que representa “el acto más propio” de toda criatura).
Así, La materia oscura es un libro que no es del todo “ocioso” si se piensa que al menos dos tercios de la población mundial carecen de retretes o sitios destinados a recoger sus desechos corporales, si se reflexiona acerca de cómo el paradigma de la “civilización moderna” implica el ocultamiento (a través de cada vez más complicados sistemas de aguas residuales) de un elemento que, por otra parte, así se expulse, resulta esencial para nuestro metabolismo (y, por tanto, para nuestra existencia); por eso resultaría insulso y ridículo creer que no juega un papel de importancia también en nuestro esquema de representación simbólica de la realidad.
Por otra parte, más allá de las consideraciones acerca de nuestra pulsión “anal-retentiva” y cómo se manifiesta en nuestras aparentemente inocuas acciones, el libro de Werner valdría ya suficiente por su extensivo análisis del término “mierda” (y sus múltiples derivaciones, terminológicas y semánticas) en el campo del lenguaje cotidiano, así como la puntillosa capacidad que muestra para recordarnos que personas como Lutero, Montaigne, Rabelais, Swift, Goethe, Schiller, Flaubert, Canetti o, ya más cerca de nosotros, Günter Grass, Philip Roth o Jonathan Franzen, han hecho de esta materia “execrable” un elemento de no pequeña importancia en sus obras. Detalles más o menos pueden dejarse de lado pero La materia oscura puede leerse y no sólo invitar a la reflexión sino –cosa saludable, como cagar– a la risa o el asombro.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.