Basura celeste: Breve e intensa novela de Irène Némirovsky
Por Ricardo Solís
La narradora de origen ruso Irène Némirovsky (1903-1942), convertida en un fenómeno literario de crítica y ventas a partir de la publicación –en 2004– de la aclamada Suite francesa (RBA, 2007), nos ha legado otras historias memorables, entre las que destaca Nieve en otoño (Salamandra, 2011), una breve novela donde se nos revela la complejidad trágica del exilio a través de una familia que debe abandonar su país tras los sucesos de la llamada Revolución de Octubre, a principios del pasado siglo, lo que podemos apreciar a través de la mirada de un personaje de edad avanzada que debe emprender, con ellos, un largo viaje que se caracteriza por la pérdida de cuanto poseen pero, en especial, de la memoria.
De esta forma, la perspectiva del narrador se centra en Tatiana Ivánovna, la nana de la noble familia Karin por tres generaciones, quien enfrenta la partida de los hijos que, llegados a una edad apropiada, abandonan el hogar para servir en el ejército –como antes su padre– pero en circunstancias distintas a las de pasadas guerras, lo que apenas se intuye pero para el lector queda claro es el registro de sus sensaciones, percepciones y (sobre todo) silencios.
En esta mujer de avanzada edad confluyen la experiencia de universos que van cambiando y se transforman, de cara a lo que dirá “la historia con mayúscula”, en la pérdida poco previsible de un todo expresado en la pertenencia a una clase social determinada, una educación, una cultura y una vida rodeada de objetos, espacios y tiempos significativos (como para Tatiana Ivánovna lo es el invierno; especialmente la época de las primeras nevadas que, cuando se acerque el fin de sus días habrá de esperar en París, aunque no lo alcanzará salvo en el delirio que precede a la muerte).
Como en otras novelas de Némirovsky –no sólo Suite francesa sino, también, El maestro de almas o la perturbadora El caso Kurílov (todas publicadas por Salamandra)– los detalles no suelen ser los eventos de la historia sino aquello que se pone de manifiesto a través de lo que los personajes sienten y sus acciones, esto es, no son los “hechos” los que determinan la lectura sino, más bien, la perspectiva que se detiene en instantes particulares, frases o un evento específico que no precisa de una descripción profusa.
Némirovsky es, sin duda, una narradora de excepción y no cabe en su obra (la que hasta ahora se ha publicado en versiones al español) sino la notable maestría para captar los puntos clave que se relacionan con la percepción sensible –una apuesta que, actualmente, parece condenada al desuso o el descrédito– y provocar una forma de empatía a pesar de lo anticuado que nos parezcan algunas palabras o construcciones verbales (no hay que olvidar que ella consideraba como su maestro a Chejov, detalle importante aunque leamos una traducción).
En su brevedad –apenas rebasa las noventa páginas–, Nieve en otoño es una lección de concreción y preciso acercamiento a la naturaleza sensitiva (cabría aquí recomendar una relectura de La muerte de Iván Ilich, ese clásico escrito por otro de sus notables maestros) que nos hace criaturas marcadas por el recuerdo y la vicisitud, seres deleznables y dados tanto a padecer dolor como infligirlo. Conviene leer esta novela porque, sin falla, es un texto que no decepciona y, además, se da a querer sin empalagar.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.