viernes, noviembre 22, 2024
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Basura celeste: Flaubert sobre las paredes

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Por Ricardo Solís
A poco de que se cumpla el bicentenario de su nacimiento, un 12 de diciembre de 1821, en Francia, no es mala idea recordar a quien modificó no sólo los paradigmas narrativos de su época sino la manera de concebir la escritura como ejercicio para los tiempos venideros; más allá de la celebridad que ha merecido su novela emblemática Madame Bovary (publicada en 1857), Gustave Flaubert legó un cúmulo de obras que hoy día son de una influencia determinante para la literatura contemporánea en cualquier lengua.

De hecho, hace unos años, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, el escritor peruano Mario Vargas Llosa sentenció que “Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia”; nada sorprendente si se toma en cuenta que se trata del autor de La orgía perpetua, uno de los ensayos más lúcidos acerca del narrador francés (a quien ha calificado también como “absolutamente esencial” para la formación de cualquiera que apueste por convertirse en escritor) y su emblemática novela.




Todavía más, el autor de La casa verde ha llegado a decir de las cartas de Flaubert que éstas significan “el mejor amigo para una vocación literaria que se inicia”; elogio mayúsculo y certero ya que, amén de los numerosos testimonios por parte de importantes escritores durante el pasado siglo, pocos legados epistolares develan un itinerario tan detenido, una trayectoria de transformaciones e ideas acerca del arte de escribir como el conjunto de misivas que dirigió Flaubert a Louise Colet, en las que se pone de manifiesto un amor –no puede decirse de otro modo– por las letras tan absoluto que, en su persona, parece que ninguna otra ambición podía encontrar un lugar.

Así, amor y ambición se ligan en el autor de La tentación de San Antonio, epígono de cómo el rigor se distingue y afecta la escritura en el mejor de los modos. Flaubert se distinguió tanto por sus resultados como por su actitud como hombre de letras, no permitió que un proceso legal impidiera la publicación y distribución de su novela, lo mismo que no cedió en sus opiniones ni comentarios respecto de cómo miraba su quehacer (algo acerca de lo cual han dejado constancia algunos escritores de la época como Iván Turguénev, Henry James o Guy de Maupassant, quienes le conocieron y le frecuentaron).




Es a partir de esas cartas que puede apreciarse cómo las preocupaciones básicas no parecían afectarle; el arte fue el tópico de conversación que más le interesó, lo que ha hecho que se le considere el primer “estilista verdadero” de su siglo. Fue un trabajador inagotable y maestro obstinado en el uso del cincel verbal que llegó a pasar –a veces– hasta ocho horas para “quitar” de una frase un verbo que fuera, en sus palabras, “una molestia”).

Para quien llegó a “fusionarse” con su personaje más conocido, el estilo no era una forma elegante y predeterminada de la construcción, más bien la precisión de la palabra en concordancia con el giro y la idea que se busca expresar; quizá por eso hay diferencias notables entre la brevedad expresiva y concisión de sus primeras obras (como La educación sentimental) y la extraña magnificencia de sus últimos trabajos (como la inconclusa pero magistral Bouvard y Pécuchet).

Este maestro de escritores evadió siempre los triunfos o la popularidad (que juzgaba vulgar), no asistió a banquetes literarios o políticos, no asoció su nombre a grupo ni partido alguno, no se inclinó ante quienes consideraba mediocres o simples idiotas para obtener prebendas; quede para dar fin a este escrito una de sus sentencias memorables y necesarias: “Los honores deshonran. Los títulos degradan. La función embrutece”. Y concluía: “Escriba esto sobre las paredes”.




Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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