Basura celeste: Ensayos como notas de lectura
Por Ricardo Solís
A estas alturas, para nadie debería ser sorpresa que el sudafricano J. M. Coetzee sea considerado como uno de los narradores más importantes a nivel mundial –y no sólo porque se le haya concedido el Premio Nobel en 2003– gracias a una obra literaria más que sobresaliente pero, asimismo, su trabajo como ensayista es notable y, para constatarlo, basta asomarse a los veintiséis textos reunidos en el volumen Costas extrañas (Random House Mondadori, 2004), a los que se suman dos conferencias y dos prólogos, el que acompaña a la traducción inglesa que hiciera de una novela del holandés Marcellus Emants y el que se integró a una edición de Robinson Crusoe, una obra muy significativa para el autor de Foe (1986).
Lo primero que debe resaltarse es la variedad de puntos de vista desde donde Coetzee se “lanza” a la discusión de cada obra o tópico, su dominio de diversos idiomas le ayuda a “poner el dedo en la llaga”, por ejemplo, cuando se refiere a la recepción de la obra de Kafka en lengua inglesa pero también cuando aborda la labor de autores sudafricanos que utilizaron para escribir el afrikáans o al establecer las diferencias entre las no pocas versiones que existen en inglés del más afamado libro de Rainer Maria Rilke, Elegías de Duino (1923).
Por otra parte, no parece accidente que el libro en cuestión “abra” con una conferencia en la que el autor de Desgracia (1999) retoma y cuestiona la noción de “clásico” a partir de notas y ciertos datos biográficos del poeta T. S. Eliot, lo mismo que la “valoración” de la obra musical de J. S. Bach a lo largo del tiempo. ¿Por qué? Quizás la razón estriba en ponderar las características que condicionan el “juicio histórico”, así como las particularidades que pueden describir la forma en que un artista funda lo que Coetzee llama la “valoración de sí mismo” (para que todo quede en una interesante forma de indeterminación que resulta iluminadora).
Merecen destacarse por igual los ensayos extensos que dedica a la conocida (y extensa) biografía que Joseph Frank hizo de Fiodor Dostoievski (otros de sus autores predilectos), el estudio de la influencia de Turguéniev en algunos escritos de Nadine Gordimer, la minuciosa disección de los textos autobiográficos de Doris Lessing o la “evolución” de la novelística de Naguib Mahfuz; aunque la curiosidad poética podría despertar un interés particular por su lectura de los ensayos de Joseph Brodsky o, sin duda, sus opiniones respecto de Jorge Luis Borges (en las que se deja ver que no todo es admiración por el argentino).
Otro aspecto importante, para hacer notar lo “oportuno” –en palabras del escritor Juan Bonilla– que resulta visitar estas Costas extrañas, es que esta colección de “notas de lectura” consigue ofrecer una pequeña lista de autores poco conocidos en nuestra lengua, sobre todo holandeses o sudafricanos, a los que bien valdría buscar y leer (como Thomas Pringle, Daphne Rooke, Breyten Breytenbach, Alan Patton o Helen Suzman).
En resumen, a pesar de que no nos encontramos ante la labor de un crítico especializado, Costas extrañas muestra la enorme variedad de recursos con que cuenta J. M. Coetzee para hablarnos acerca de cada uno de los textos y autores que disecciona con contenido apasionamiento y suficiencia descriptiva (a lo que se agregan las siempre útiles notas al final de la obra y un índice onomástico). Después de todo, ¿por qué no aventurarse en uno de esos libros que pueden catalogarse como “brillantes” sin temor a usar el calificativo?
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.