viernes, noviembre 22, 2024
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Basura celeste: Golpear el ánimo con viveza y soltura

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Por Ricardo Solís
El escritor italiano Erri De Luca (Nápoles, 1950) no es un desconocido en lengua española pues muchos de sus libros se hallan disponibles en nuestro idioma; uno de ellos, la breve novela Los peces no cierran los ojos (Seix Barral, 2012), es una historia narrada en primera persona –con un pesado tono lírico y autobiográfico– en la que su protagonista recrea, desde su madurez, la transición de la infancia a la primera adolescencia, lo que ocurre durante un verano en un barrio costero que se torna el escenario para que las experiencias de este personaje vayan del desencanto y el dolor al descubrimiento del amor y el sentido de la justicia.

El niño que nos cuenta esta novela es solitario, un lector introvertido que escarda la biblioteca heredada de su padre quien, como muchos durante la posguerra en Italia, deja a su familia para buscar suerte en los Estados Unidos; además, afecto a los placeres sencillos, ocupa también sus tardes en la pesca y la desesperación que le produce la lentitud de su desarrollo físico. Por supuesto, en medio de todo ello ocurre lo que será el punto de inflexión en la historia, cuando conoce a la niña (que no tendrá nombre) que detonará ciertos cambios de enorme importancia para su vida.




Esta niña, tan singular como él, audaz, le produce una profunda impresión porque conoce mucho sobre los animales y desea convertirse en escritora; con ella vive su primera historia de amor y, asimismo, eso le conducirá a buscar una comprensión “nueva” para una experiencia de la que sólo sabe lo que ha leído en sus libros pero que no deja, desde ese momento, de vincular con una “idea de justicia” que alcanza a cuestionar por su naciente desacuerdo con los castigos físicos que desencadena una venganza que él no ha buscado.

El libro apenas supera el centenar de páginas y la trama es sumamente sencilla pero, con todo, lo que predomina es el estilo de De Luca, su prosa busca la intensidad, la precisión y la profundidad, se trata de una escritura pausada que persigue un registro sensible a través de frases cortas y párrafos breves. Ahora, el que su lenguaje se vuelva metafórico en ocasiones ha llevado a que se acuse al autor de ser un poeta que se inmiscuye en la narrativa (De Luca ha publicado lo uno y lo otro), aunque ese aspecto en su trabajo –que no hace sino mantener el interés del lector– no parece ser más que la prueba de lo que asegura su narrador y protagonista cuando refiere que “escribir”, para él, “es raspar el fondo de la vida”.




Quizá algunos encuentren motivos para describir Los peces no cierran los ojos como una novela cursi o poco original, pero justo contra eso se rebela la habilidad de De Luca para la descripción, trátese de ambientes, objetos, personas o emociones. La cualidad que impresiona en este libro es su capacidad para evocar sin ofrecer una explicación que satisfaga de manera completa pero, eso sí, golpeando el ánimo con viveza y soltura. Tal vez tenga algo qué ver en este ejercicio libérrimo de eficacia narrativa la formación autodidacta del escritor italiano.




Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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