Basura celeste: Novela y pistoleros zurdos
Por Ricardo Solís
La segunda novela del escritor español Benjamín Prado (Madrid, 1961), Nunca le des la mano a un pistolero zurdo (Plaza & Janés, 1996), no ha perdido su atractivo en más de dos décadas y, podría decirse, ha ganado incluso algunas claves para su disfrute porque, a querer y no, si buena parte del universo de referencias que ponen en juego sus personajes en esta historia corresponde al ámbito “clásico” del consumo cultural –literatura gótica o de aventuras, cine noir, cómics o programas de televisión– no es menos cierto que el resto –sobre todo en lo que respecta a la música– ya se sitúan en el ámbito de la nostalgia.
Pero vamos por partes: se trata de una novela que a pesar de contener elementos de un noir convencional pues, felizmente, no lo es del todo. Estamos ante la historia de una desaparición –la de un joven llamado Israel, el protagonista– de la que los amigos cercanos “hablan”, tres de ellos narran los primeros tres cuartos del relato para que, a manera de resumen sin final, el cuarto narrador (un “Benjamín Prado” que busca convencernos de ser, asimismo, el autor) exponga sus nada definitivas conclusiones sobre el paradero del extraviado.
En estos términos, Gaizka, Sara y Blueberry –en ese orden– no “encadenan” lo que cuentan de su relación con Israel, se trata de tres voces autónomas que se distinguen por el tono narrativo y que más bien se “complementan” ante el previsible imperio del escritor que, antes de poner fin a “su” novela, irá poniendo en su sitio a cada uno de estos testigos que guardan motivos y razones para asesinar a un protagonista cuya personalidad concreta se intuye con fuerza pero se desdibuja con las descripciones.
Y, por supuesto, Israel es el centro de la novela y su característica esencial es no saber lidiar con la inevitable adultez que se le viene encima tras la soledad en que le dejan la muerte prematura de la madre y la conflictiva relación con su padre. Parecería, hasta aquí, que poco de original nos aguarda y, sin embargo, la idea es no incurrir en un “spoiler” que eche a perder al lector el efecto benéfico de un espectro simbólico que construye este protagonista al influir sobre sus amigos, quienes nunca le conocerán del todo.
¿De qué se sirve Prado para “construir” esta avalancha de imágenes simbólicas que perciben sus interrogados? De un amplio bagaje de referencias musicales entre las que se incluyen Elvis Presley, The Velvet Underground, Patti Smith, Sex Pistols o Bruce Springsteen, pero por igual Weezer, Nirvana, Sonic Youth, PJ Harvey o Foo Fighters; a lo que se suman las series televisivas de la infancia de los personajes (Kung Fu, Kojac o Perry Mason), las películas serie B, los cómics, autores de novela gótica o de relatos de horror (de Poe a Bram Stoker) pero, sobre todo, de novela negra (como Chester Himes, Jim Thompson, Dashiell Hammett, Agatha Christie, Raymond Chandler, Patricia Highsmith o Vázquez Montalbán).
Si a lo anterior se agrega que Nunca le des la mano a un pistolero zurdo apenas roza las 150 páginas, ya podrá el potencial lector imaginar el dinamismo de la prosa donde todo lo que se ha referido (y que queda corto) se despliega y encuentra su cauce o motivación. Asimismo, la novela es prueba de que se pueden abordar con profundidad suficiente los dilemas humanos sin incurrir en el tono del autor “sabelotodo”, evadir el humor o volver la escritura somnífera y pesada. Todo lo contrario.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.