Basura celeste: Cuentos para gozar la complejidad y la dureza






Por Ricardo Solís
Publicado originalmente en Brasil en 1979, el volumen de cuentos El cobrador (Cal y Arena, 2011), del reconocido narrador brasileño Rubem Fonseca (Minas Gerais, 1925) –ganador en 2003 del, entonces, Premio Juan Rulfo, que otorga la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, así como del Premio Camões, considerado el “Nobel” en lengua portuguesa–, es un conjunto de relatos que reserva a sus lectores parte de la mejor y más virulenta prosa de la que el autor de El salvaje en la ópera es, porque así lo ha demostrado a lo largo de los años, capaz.
Gracias a que casi la totalidad de la obra de Fonseca ha sido editada por Cal y Arena, en sus libros podemos acceder a una traducción más “cercana” y eficiente para el mercado nacional (sin mencionar la comodidad que brindan la caja y tipografía elegidas) y, a pesar de que hoy día Editorial Planeta tiene los derechos del escritor, parece que estas convenciones las respeta bien el sello Tusquets (que en fecha reciente publicó los cuentos completos del autor en tres tomos).
Por lo que toca a El cobrador, se trata de un volumen fundamental dentro de la obra de Fonseca que, a pesar de cumplir ya cuatro décadas, sigue siendo susceptible de aportar sorpresas, lecciones de escritura y efectividad narrativa. El título corresponde a uno de los diez cuentos que se incluyen en este volumen y, además, uno de los de mayor intensidad anecdótica y, como en todos los otros, protagonizado por un personaje cuyo atractivo reside en una singularidad que le hace poner en entredicho no sólo un orden social –cuyas bases son, aparte de las económicas, de carácter moral o formativo, aunque siempre van más allá– sino las siempre particulares relaciones que se establecen a partir del encuentro o la reacción ante sucesos en específico.
Teniendo esto en cuenta, además del resentimiento que lleva a un individuo a encontrar su razón de ser en el mundo, se encuentran aquellos personajes en los que conviven el deseo y la sensualidad, el acudir a referentes de orden cultural y popular, el “salir de la norma” para instaurar la propia y recordar al lector que la literatura no es un oficio que se sustente en lo uniforme o lo establecido, nada de eso. Antes bien, en Fonseca –y en especial en este libro– lo que se encuentra es la constatación de que un lenguaje, plagado de asperezas semánticas y de música, es capaz de “construir” un rostro de novedad para el diverso entorno contextual al que solemos bautizar como “realidad”; se trata de una entre muchas opciones que el autor elije, pero que se encuentra envidiablemente narrada.
Por otra parte, en Fonseca lo que no deja de estar presente es la intensidad en la acción y en los diálogos, en cómo se deshace una madeja de situaciones a partir de eventos básicos y cotidianos, de signos que por elementales se suelen pasar por alto. Para cualquier lector que persiga el disfrute de una historia, leer a este brasileño representa, sobre todo, un reto y un goce mayúsculo.
Finalmente, El cobrador es uno de esos libros que pueden recomendarse sin temor a equivocarse porque combina –con sutil habilidad– una prosa ágil con la dureza temática y un trasfondo de complejidad que aguarda donde, como suele suceder (más a menudo de lo que se cree) con la buena literatura, no se había pensado.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.





