De cine e Itia Domínguez
Juan Arturo Brennan
La mañana de este martes de FAOT fue de cine, con la proyección de tres cortometrajes sonorenses de distinta intención y muy distinto resultado. Bajo el agua, de Fernanda Galindo, fue el más logrado de los tres desde el punto de vista técnico y visual, pero su discurso autobiográfico familiar aporta poco o nada al espectador, y parece estar dedicado más que nada a la satisfacción de la propia autora. Más interesante, en todo caso, la referencia a los pueblos hundidos bajo el agua de la presa, referencia opacada por la autoexploración personal, y por textos de un estilo ya superado. Es posible rescatar, en todo caso, una serie de imágenes bien logradas y con una poética mucho más convincente que la de los textos. Más satisfactorio como hecho fílmico resulta el corto Las rancheras de Hermann Neudert, una historia narrada con ironía y desparpajo en la que se hace divertido escarnio del infra-rock juvenil, pero a la vez con cierta empatía por sus protagonistas. Este corto tiene la virtud de una resolución narrativa compacta y directa, varios momentos intencionalmente divertidos, y un tema general en el que numerosos espectadores jóvenes pueden verse retratados. El momento de fusión de las rancheras con el rock está resuelto con habilidad por el director y sus colaboradores. Finalmente, se proyectó Don Nano, de Concepción Urrea, un fallido documental póstumo sobre el compositor Leonardo Yáñez (el Don Nano del título), que tiene como su principal lastre una técnica muy pobre en todos sus rubros, y ante el cual el espectador se cuestiona si en la edición final quedó el mejor material recabado por la directora. Además de un cierto pintoresquismo involuntario, Don Nano tiene el problema de que es un documental que no convence a nadie que Yáñez haya sido un gran músico, ni de que el corrido El Moro de Cumpas y el Zaino de Agua Prieta sea la obra de arte que se pretende en el filme.
La noche de gala de este martes se presentó bajo un título irresistible, una propuesta ciertamente atractiva y poco común: la mezzosoprano Itia Domínguez y la pianista Rebeca Lluveras armaron un Homenaje a Leonard Bernstein a través de una serie de canciones muy representativas de la producción de quien fue el músico más completo (y uno de los más audaces) del siglo XX. Virtud fundamental de este programa fue que el repertorio transitó por numerosas áreas de la producción de Bernstein, desde los ciclos vocales hasta la ópera, desde la música sacra hasta la comedia musical. A lo largo de todo el programa, pero sobre todo en sus primeros tramos, la mezzosoprano Itia Domínguez asumió plenamente el perfil de Leonard Bernstein como un hombre de teatro, aderezando algunas de sus interpretaciones con un poco de utilería y vestuario adecuados a la ocasión y, en todo el programa, con atención al contenido y significado de los textos, comunicado al público a través de una eficaz y a la vez controlada gestualidad. Parte del mérito de esta propuesta de Itia Domínguez, ciertamente arriesgada en el contexto de los repertorios usuales del FAOT, fue la elección de varios números vocales en los que el hilo conductor es el sentido del humor, desde un ciclo que habla del odio a la música, hasta otro que es una puesta en música de cuatro recetas de cocina. Entre los numerosos momentos destacados de este recital-homenaje hay que mencionar los dos fragmentos de la sorprendente Misa de Bernstein, cantados por la mezzosoprano con puntual atención al scat jazzeado que es parte de su esencia. Otro punto a favor de la protagonista de este Homenaje a Leonard Bernstein fue el hecho de que sólo un puñado de las canciones elegidas transitan por los parámetros usuales de la melodía dulce y memorable; la mayoría de ellas, en cambio habitan el mundo más exigente del lenguaje moderno del que Bernstein fue un destacado representante. Otro mérito de esta sesión de música vocal: la fluidez con la que cantante y pianista realizaron sus interpretaciones, dándole al recital un ritmo y una continuidad muy atractivos. Y en el entendido de que el acto artístico incluye de manera importante al público, es preciso mencionar que el Palacio Municipal de Álamos exhibió una de las asistencias más pobres que se recuerden en una noche de gala del FAOT. Es un hecho que a este público no le gusta que lo saquen de su zona de confort de ópera, canción mexicana y zarzuela; lástima, porque ellos se lo perdieron. En este sentido, se antoja indispensable recordar que Álamos tiene una población significativa de expatriados estadunidenses, la gran mayoría de los cuales decidieron ausentarse de este recital que rindió homenaje al músico más importante que ha dado su país. Sin duda, materia para reflexionar.