jueves, noviembre 21, 2024
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De cine y música…

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Juan Arturo Brennan
Séptima jornada del FAOT No. 36. Cine de mediodía en el Museo Costumbrista, por tercer día consecutivo. Ahora, un grupo de cortos de tema ecológico-ambientalista, todos ellos de buena y generosa intención, todos ellos buenos como proselitismo por la causa de la tierra y sus habitantes, algunos de ellos de mejor factura que otros. Por lo visto y oído en esta sesión, parece quedar claro que el tratamiento de estos temas a base de ficción no es muy eficaz, al menos no en estos formatos y en estas condiciones. Por coincidencia, dos de los cortos trataron el tema de la energía solar como alternativa. El de ficción resultó bastante pobre, mientras que el documental, de factura muy sencilla, se percibió como un alegato mucho más potente sobre el tema. El de mayor interés, proyectado al final de la sesión, fue un corto documental muy conciso, compacto y completo sobre la generación de biogás como alternativa tanto de fertilización orgánica como de energía motriz. Un defecto apreciable en casi todo el material visto hoy, y en los cortos de los días anteriores, y en mucho cine mexicano (industrial-profesional o no) es el descuido de la calidad sonora y, de manera muy notable, el exceso constante de música, que juega en claro detrimento de la calidad de los filmes, de su poder de comunicación y de la paciencia del público.

A mediodía en el Palacio Municipal, la soprano Elena Rivera, originaria de Hermosillo, y el Cuarteto Latinoamericano, interpretaron doce de las veinte piezas que conforman el ciclo Las cartas a Julieta, creado por ese singular músico que es Elvis Costello y el Cuarteto Brodsky. Tocado y cantado sin interrupciones (¡alabado!) este ciclo dio forma a un recital muy disfrutable, por la orgánica coincidencia de varios elementos: coordinación impecable entre cantante y cuarteto, claridad en la emisión y fraseo vocal, acompañamiento instrumental eficaz y balanceado, y buena expresión de las diversas influencias populares que hay en la música de este extraño pero atractivo ciclo, cuyas canciones ostentan textos que son, por decir lo menos, extraños y ciertamente inquietantes.



Bel canto, opereta, comedia musical, zarzuela, canción mexicana, fueron los hitos del programa presentado en la gala nocturna del Palacio Municipal por la soprano venezolana Génesis Moreno y el pianista Daniel Cruz. Para decirlo directamente: la de Génesis Moreno es la mejor voz femenina que se ha escuchado hasta el momento en este FAOT. Y, asunto no menor, su programa fue sabrosamente amplio y variado, iniciando allá por la médula del bel canto (Donizetti) y terminando cronológicamente con una deliciosa aria de Mi bella dama, de Lerner y Loewe. En el bel canto mencionado (un aria de Linda de Chamounix), la soprano cantó con fluidez, hermosa coloratura y (como la haría en todo el repertorio) una muy buena proyección sonora, gracias a una voz con muy buen apoyo y soporte. De especial atractivo, al fraseo amplio, sin costuras y controlado en la hermosa (y muy poco conocida) Vocalise del armenio Arno Babadjanian. A la buena técnica vocal, Génesis Moreno añadió el garbo peninsular en la música francesa de inspiración española en Las muchachas de Cádiz de Delibes, un garbo que habría de proyectar en sendas piezas de Obradors y Chapí. En esta área del repertorio, la soprano sudamericana incluyó la deliciosa pieza El teléfono sin hilos de la emblemática zarzuela Chin Chun Chan de Luis Jordá. Ligereza, picardía, sensualidad, fueron incorporadas en el plano gestual (con todo y teléfono celular en escena) y acompañadas puntualmente en lo vocal, con resultados muy divertidos en el teatro y muy serios en la música. Génesis Moreno cantó más tarde la famosa Farolito de Agustín Lara, evitando los excesos melodramáticos en los que suelen caer otros de sus intérpretes y, a la vez, tomándose interesantes y bien colocadas libertades en la ornamentación. Habiendo escuchado a Anabel de la Mora cantar hace unas noches un trozo pícaro y ligero de una opereta de Strauss, fue un ilustrativo contraste escuchar a Génesis Moreno abordar el lado más sentimental de este género, con una muy bien matizada interpretación de un aria de La favorita, de Stolz. Bien acompañada por Daniel Cruz, quien inusualmente tocó con la tapa del piano completamente abierta (y con buenos resultados de sonido y balance), Génesis Moreno regaló un par de piezas populares (incluyendo la emblemática Alma llanera, de Rafael Bolívar Coronado) en las que, como en otras canciones del programa, dio rienda suelta a un virtuosismo bien logrado, nunca excesivo, y bien adaptado a las necesidades de cada pieza.



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