De mente abierta y lengua grande: Los tacos Beirut






Chef Juan Angel | @chefjuanangelSabíamos que las fiestas decembrinas estaban a vuelta de la esquina cuando empezaban a ensamblar las paredes de lámina que daban lugar a los puestos de churros, coctel de elote, los juegos de canicas (donde todos se llevaban su alcancía de cerdito pintado a mano) y el tan esperado puesto de Don Chavita, un señor menudito de avanzada edad que cumplía el sueño de todo sampetrino, tener una brillante joya de oro o plata con piedras preciosas; esclavas, cadenas, dijes, anillos y aretes; todo de fantasía, la única realidad era un puño, cuello o dedo verde con el pasar de los días. El último puesto en instalarse eran los tacos de la Luisa, una simpática señora, blanca, llenita, de mandil rojo, originaría de la capital del Mundo que ahora vivía en Hermosillo y llegaba cada diciembre a instalarse con unos tacos que sabían a gloria. En San Pedro de la Cueva, los tacos no se concebían en porciones tan estéticas, simétricas y diminutas; un taco de carne asada consistía en una tortilla grande de harina con bastante carne encima (mal picada o en pedazos), frijoles y salsa de tomate con cebolla y chile verde; de tal forma que todos los aditamentos de la Luisa eran un festín encima del taco: rábanos, cebolla curtida, guacamole, pepinos rebanados y una salsita picante muy especial. Mi tío Pancho que vive frente a la plaza pública, vio la taquiza como una excelente oportunidad de negocio y puso su propia carreta, la cual trabajaba todo el año mientras no estaba la Luisa en el pueblo, era una especie de respeto mal entendido que le impedía competir para no faltarle al respeto a quién había tenido la iniciativa. Ahí, en la casa de mi tío, tuve mi primer trabajo de cocina, era el encargado de hacer las guarniciones del taco.
Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.





