Basura celeste: Magia, naturaleza, dilemas humanos y novela







Por Ricardo Solís
La escritora de origen español Laura Martínez-Belli (Martorell, 1975) publicó hace algunos años la novela Las dos vidas de Floria (Planeta, 2012), una historia en la que aborda la siempre compleja relación del ser humano con la naturaleza y la capacidad de las personas para trascender a través de sucesos no convencionales, para lo cual se echa mano de diversos elementos y estrategias que pueden calificarse como de orden “fantástico”.
De acuerdo con Martínez-Belli, a quien entrevisté cuando el libro salió a la venta, esta novela surgió tras retomar un cuento que escribió a la edad de 19 años y, a manera de un ejercicio “que nació de manera espontánea”, reescribirlo. Ahora bien, no es difícil sospechar que la narración tiene sus raíces en la idea convencional de lo que se conoce como “realismo mágico” en la tradición literaria de nuestra lengua y, además, apoya su registro inventivo con base en elementos toponímicos (el pueblo donde habitan los personajes se llama “Otrora”, por ejemplo) y se aprecia el nominalismo en como nombra a sus protagonistas.
Digo lo anterior porque el matrimonio Alacid –con su eco morisco– lo integran Manrique e Ifigenia, apelativos que la tradición literaria reconoce y, si eso no bastara, Antónima es la figura de donde surgirá Floria a la vida, como hija de una planta (gracias a la intermediación de la bruja-curandera Teófila) y que, debido a esa particularidad, transforma la vida de quienes habitan su entorno, en especial la de su madre y Nicolás, que a la postre será su amante y, al final, el padre de sus hijos.
Ahora bien, es el tono lo que –me parece– convierte a esta novela en una historia de atractivo, la fluidez con que se transita de una acción a otra se logra a través de un lenguaje que no cede a la tentativa de explicarse e instaura su “realidad” de manera natural; Floria, aquí, se convierte en un personaje clave, gracias al “milagro” que en su brevísima aparición narrativa condiciona los eventos del relato de forma total.
De igual forma, la carga evocativa de la novela es notable y va más allá de la relación que se establece entre la naturaleza y nosotros; en este contexto, en la protagonista se concentra una “lección” que hace posible reflexionar acerca de nuestra postura ante un “otro” cuyas cualidades no nos resultan comprensibles del todo (lo que, para esta historia, es una virtud).
Sin tiempo o espacios determinados, hay también en Las dos vidas de Floria una tensión marcada entre la voluntad de comprensión racional –representada por la ciencia médica– y la convivencia que se establece ante los hechos que pueden calificarse, llanamente, como “mágicos”; con todo, aunque Martínez-Belli reconoce como “válido” calificarlos de ese modo, su novela le parece más bien un relato profundo cuyas raíces “son de índole trascendental y espiritual, pero disfrazadas con elementos de cuento de hadas”.
Nacida en España pero radicada en México (y vinculada con varios “rostros” que integran la imagen grupal de una tradición literaria múltiple), Martínez-Belli no desconoce que se suele catalogar esta novela suya como inserta dentro del “realismo mágico” pero, a ella, le parece más una historia cuyas características “corresponden a las incógnitas que tiene (o se dan en) la protagonista” y que se refieren a “la pertenencia, la identidad, la búsqueda, la maternidad, la culpa y las diferentes formas del amor”.
Bastante diferente a sus dos primeras novelas (y a las sagas que publicaría después), Las dos vidas de Floria brinda una oportunidad de oro a lectores jóvenes para acercarse a los placeres de la literatura que pone a prueba nuestra imaginación y se vincula a nuestras emociones con la capacidad perturbadora que poseen sus personajes. Por si eso fuera poco, es un buen ejemplo de cómo la narrativa no precisa de vistosas acrobacias verbales ni sesudas disquisiciones para ser excelente y disfrutable.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.

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Pero que bonito escribe Ricardo…