Basura celeste: La infrecuencia de una voz colectiva
Por Ricardo Solís
Mucho se ha dicho, escrito y filmado acerca del proyecto Manhattan o teniendo a dicha empresa monumental (y extraña) como motivo central; sin mencionar otros ejemplos, en esta ocasión me referiré al debut novelístico de la escritora estadunidense TaraShea Nesbit (Dayton, Ohio, 1982) que, en su libro titulado Las esposas de Los Álamos (Turner, 2014), “rescata” el punto de vista de aquellas mujeres que llegaron a un pequeño lugar de Nuevo México en compañía de una comunidad de científicos para contribuir a la creación y prueba de un artefacto “que nadie había probado antes” y, de esa forma, dar inicio a la tristemente célebre “era atómica”.
¿Qué es lo que parece más sorprendente en esta novela? La voz. Así de sencillo. Y es que aunque se clasifique a esta historia como una ficción histórica (o especulativa), no habría sido posible conseguir la empatía de sus lectores de no ser por ese narrador colectivo tan inusual y, por momentos, descabellado pero también convincente. Es cierto, es –como indica la editorial– una “reconstrucción imaginaria” donde se concentran las diversas miradas que dan cuenta de hechos en el ámbito doméstico de los científicos que laboraron en el desarrollo de “la bomba” pero, esa construcción hace posible un “nosotras” que se sostiene por casi 300 páginas.
Si bien se sabe que hacer uso de la primera persona del plural para narrar es poco frecuente, lo que sí es común es temer que no funcione, es decir, bien podría resultar monótona en un texto extenso o volverla chocante si se recarga un tono pretendidamente poético. Con todo, Nesbit consigue que dejemos de lado estas previsiones y su audacia se premia en cada párrafo porque, a pesar de tratarse de una voz grupal, aquí y allá se logra singularizar los acontecimientos o bien individualizar a estos personajes que ven siempre confrontados sus orígenes, su condición de mujeres, de migrantes o de madres que, además de todo, deben enfrentar la crianza de sus hijos y los secretos que ocultan sus maridos.
¿Por qué funciona todo esto? Pues nada más porque se presentan los fenómenos de modo conjunto y la narración no pierde ritmo. Asimismo, si nos centramos en los contenidos, en un primer aspecto tenemos una relatora colectiva que se detiene en las dudas generales acerca de la guerra, el rol de la ciencia en el conflicto o el aislamiento comunitario; en un segundo aspecto, el testigo colectivo se detiene en personajes determinados para abordar la soledad, el deseo sexual, el matrimonio, el adulterio, el costo social de expresar las opiniones propias o la carencia de enseres que deviene en disquisiciones sobre la higiene personal o la moda.
En estos términos, si algo notable se percibe en Las esposas de Los Álamos es que, como personajes, estas mujeres han salido de las sombras y han ganado –gracias a la extensa documentación a la que Nesbit tuvo acceso– “materialidad”, por decirlo de alguna forma, la mirada colectiva no abandona jamás la perspectiva crítica, es una voz que mantiene su disidencia y, desde una juventud que combina la sofisticación cosmopolita con la sensibilidad popular, cuestiona el poder que les impide comprender del todo lo que sucede a sus espaldas, sea lo que oculta el esposo o la presión para callar lo que van conociendo sobre “la bomba” y el trato que les dispensa un gobierno al que parece no interesarle la vida de nadie.
Después de todo, sin que importe mucho qué tanto sabemos o no respecto del proyecto Manhattan, el planteamiento narrativo de TaraShea Nesbit en su novela nos permite acceder a numerosos puntos de vista que ayudan a una mejor comprensión de aquello que marcó ese momento histórico que aceleró el fin de la segunda Guerra Mundial y, aunque reconozcamos que muchas dudas están lejos de resolverse, una sociedad tan violenta y convulsa como la de entonces no deja de parecerse mucho a la de este siglo XXI que apenas empieza.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.
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