La Perinola: Eso que solo saben hacer los sabios






Por Álex Ramírez-Arballo
Anoche me fui a la cama leyendo a Montaigne. Sus famosos “Ensayos” son uno de los libros que más ha determinado mi vida. Recuerdo -y no es exageración- cómo me apasionaba leerlos cuando era muy joven; en ellos veía la prueba irrefutable de un espíritu auténticamente libre: quise imitarlo, quise entregar mi vida entera al género del ensayo, que a mi juicio es el más noble de todos cuantos haya.
Leí por enésima vez su “Del castigo por obstinarse en la defensa de una plaza”. No lo recordaba, la verdad, pero hoy al releerlo me pareció de una lucidez absoluta. Habla de algo muy simple: no te aferres apelando a la resistencia de cara a algo que te supera. Cuando era más joven seguramente me hubiera parecido un disparate; durante mucho tiempo he estado convencido de los poderes morales (y prácticos) de la resistencia, y seguro que sigo creyendo en ella: no soy un quitter, que quede claro. Sin embargo, los años me han enseñado que, como dijera ese otro “filósofo” mexicano, José Alfredo Jiménez: “hay que saber llegar”. Es decir, muchachos, renunciar es, bajo condiciones específicas, una decisión sabia. Debemos tenerle más devoción al cerebro que a las gónadas, me queda claro. Montaigne me escucha y se ríe, alza su copa y guiña un ojo.
Pero las cosas nunca son tan fáciles, ¿verdad? ¿En qué momento ha de decidir uno si detenerse o continuar? ¿Cómo saber si la resistencia es pérdida de recursos o la renuncia un acto de cobardía enmascarado de razones filosóficas? Todo esto me lleva irremediablemente a un concepto, phronesis, que significa, más o menos, prudencia, sensatez. Según Aristóteles, esta consiste en la capacidad de discernimiento del bien y el mal; en otras palabras, determinar cuáles son los límites de uno y de otro y, en consecuencia, determinar con base en ese juicio nuestras propias acciones. Esto es un arte que solo pueden dominar los que han vivido muchos años y los han vivido poniendo atención a la vida.
Sucede pues que cuando uno analiza sus acciones del pasado los errores cometidos son evidentes y las acciones que uno debió haber tomado también lo son; pero hay un problema, no podemos hacer nada para viajar en el tiempo y resolver esos delicados asuntos. Todo lo que tenemos es el momento presente en el que debemos tomar decisiones cuyos bordes son muchos más difusos. Es así, qué quieren que les diga.
Tengo una amiga que me dice siempre: “sigue el impulso de tu corazón”. Yo agradezco su consejo pero la verdad es que no lo entiendo. Tengo para mí una regla de oro en lo que concierne a tomar decisiones, ahora lo tengo más claro que nunca: haz solo aquello que abone a las causas de tu libertad. En mi experiencia, cada vez que he renunciado a ella he obtenido dolor y sufrimiento; por otro lado, cuando he abogado por ella tomando decisiones que pudieran parecer a primera vista dolorosas, con el devenir de los acontecimientos he obtenido muchos más réditos que pérdidas. Ah, por cierto, una cosa más, una muy importante: no serás nunca auténticamente libre si no eres capaz de aceptar la realidad como es y no como tú quieres que sea. Ahí está la cosa, por ahí van los tiros, se me hace.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com





