La Perinola: El espíritu de la letra
Por Álex Ramírez-Arballo
Ayer por la tarde estaba trabajando en mi oficina cuando me di cuenta de una cosa: la única actividad que he realizado con constancia desde que era niño ha sido leer y escribir. Puede decirse que esto es lo que los psicólogos en mis tiempos llamaban vocación, es decir, el llamado que algunos recibimos para recorrer ciertos caminos de la vida y no otros.
Creo en el poder de los libros como en nada. En mis clases nunca me canso de repetirlo: los libros abren puertas ahí donde aparentemente solo hay muros. El conocimiento que se distribuye a través de la palabra escrita tiene el poder de transformar vidas, abriendo avenidas hacia un futuro más sofisticado y pleno para quienes se avocan a leer con disciplina, lo que por supuesto no excluye en modo alguno el placer.
Recuerdo con cariño a quienes me enseñaron las primeras letras, pero sobre todo esa sensación de exaltación profunda que experimenté cuando leí aquellas historias de infancia y pude percatarme de que la imaginación se alimenta de palabras y nos da alas para recorrer geografías inagotables. Esta experiencia del disfrute de la fantasía me enseñó que la vida está llena de tesoros despreciados por las mayorías. Incluso más, esas primeras lecturas, desprejuiciadas y luminosas, me enseñaron que yo podía con mi propio esfuerzo sumarme a una tradición intelectual y literaria sin que tuviera la menor importancia el lugar en el que yo había nacido, ni las condiciones de vida que me rodeaban. Gracias a esto pude comprender que leer es el primero y más profundo ejercicio de libertad. Tengo tantas ganas de decirlo hoy: leer nos vuelve más libres, como el logos de San Juan.
Quienes leen viven más y más hondo. La palabra nos provee de herramientas para pensar de manera compleja, “cortando” la realidad en trozos pequeños que podemos digerir mejor. Es un ejercicio que no termina nunca porque la vida cambia y nosotros con ella, por eso debemos entender estas tareas desde la humildad más absoluta. No hay nadie que lo haya leído todo, ni nadie que haya comprendido todo lo que ha leído. Se trata de un proceso de maduración personal a través del cual vamos descubriendo nuestro verdadero rostro en el fondo del espejo de las literaturas y las filosofías. Solo la lectura es capaz de forjar espíritus sutiles.
Hoy vivimos tiempos en los que la imagen se ha impuesto a machamartillo. Es el tiempo de los ojos y la premura; leer, en cambio, nos interpela a través del oído y el corazón. La naturaleza sucesiva de la lengua nos obliga a un andar pausado y cauteloso, lo que permite que nuestro entendimiento se acople a aquello que la página nos cuenta con ese bisbiseo sacramental de los confesionarios. Leer nos humaniza porque nos separa del mundo alienado de la vida contemporánea, tan llena de ruido y nadería.
Termino con lo más importante: leer nos prepara para defendernos de dos enemigos mortales, la superstición y la ideología. Hoy que las pasiones demagógicas son capaces de sacudir los cimientos de la democracia y la libertad, la literatura y la crítica se vuelven más necesarias que nunca. El lector frecuente es un sujeto autónomo porque posee referentes culturales e intelectuales que le permiten el distanciamiento crítico; sin estas armas solo es un pobre diablo esclavizado por las creencias de su tribu.
La palabra ha sido mi apuesta en la vida y el libro ha sido para mí la ermita donde una llama verbal oficia a perpetuidad su liturgia de luz y de esperanza.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com