La Perinola: Somos apenas tiempo breve
Por Álex Ramírez-Arballo
La inmensa Coral Bracho escribió ganó el Premio Aguascalientes de poesía en 1981 con un libro cuyo título no he podido olvidar: El ser que va a morir. El porqué de mi obsesión con esta minúscula memoria resultará evidente para quienes me conozcan: me fascina pensar en la fugacidad que somos. Es más, creo que si no lo hacemos cotidiana y compulsivamente no estamos viviendo de verdad. Somos sobre todo tiempo, un tiempo breve sitiado por sombras tan hondas que no se pueden nombrar.
La cuestión es que nuestro mundo es hoy otra cosa. Nos rodea cotidianamente una certeza peligrosa: vivir es sobre todo distraernos. Como el fármaco que nos aturde, la sociedad contemporánea nos alienta a realizar actividades furiosas que nos impidan toda disquisición o empeño existencial; ¿qué otra cosa no es la posmodernidad sino el afán enfermo de destruir a martillazos toda metafísica? El proyecto es simple: alcanzar la inmortalidad de los animales, ensimismados en su fisiología sin tiempo, incrustados plenamente en la atemporalidad cíclica que llamamos naturaleza. Es un proyecto fatuo, pero eso no ha obstado para que millones de seres hayan hecho de este materialismo sordo y lúdico una “solución” al problema que somos todos desde el momento mismo en que ha brotado en nosotros, gracias al lenguaje, esa flor venenosa que llamamos conciencia.
El moribundo somos todos, aunque hayamos salido de la oficina del médico ignorando su anuncio fatal. Nos queda poco, muy poco, mientras la vida se acelera por efecto de una sociedad que ama el vértigo y las risas. ¿Qué hacer con esta verdad quemante? Yo creo que mucho. Saber que somos perecederos debe impulsarnos a la validación radical del instante, de la iluminación de la trascendencia solo posible en la criatura humana, en la realidad absoluta de las artes, que son nuestros mitos modernos, el pasadizo al reverso de la realidad que nos envuelve.
La transitoriedad de la vida nos vuelve parte de algo más grande que nosotros: la humanidad. Sin esta concepción ontológica somos solo islas al garete, mónadas de una era que ha llevado el individualismo hasta el extremo del delirio. Entre los ruidos del mundo actual sobresale una enfermedad del alma: la soledad. Legiones de solitarios se afanan por adquirir algún sucedáneo del sentido que sus vidas no tienen; tradicionalmente acuden a lo que todos tenemos más a mano: el placer. Pero no se trata del placer pleno sino de un placer enfermo, vicioso, repetitivo, que lejos de curar socava más la tumba del ser. Placeres más imaginarios que simbólicos.
Si lo que me espera es la nada, la simplicidad doméstica que ahora mismo me rodea se vuelve el todo, lo que ha de ser siempre la mejor de las noticias. Estoy vivo.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com