Basura celeste: Cuando el periodismo prefigura la novela
Por Ricardo Solís
El narrador estadunidense Michael Connelly (Filadelfia, 1956), conocido especialmente por ser autor de novelas policiacas que, en buena parte, han llegado al mercado de habla española, publicó hace poco menos de dos décadas una compilación de su trabajo periodístico que ahora puede adquirirse en librerías del país bajo el título de Crónicas de sucesos (Ediciones B, 2013); se trata de una reunión de artículos, notas y crónicas escritas cuando, antes de convertirse en un escritor de bestsellers, trabajó como reportero en Florida y California.
En este sentido, el libro representa el compendio de una aguda mirada que, como apunta el autor en su texto introductorio, nace de aquellos “momentos” en que se vio involucrado en eventos de carácter delincuencial o en medio de la actividad policiaca, producto del azar o de una decisión arbitraria; de esa forma, tomó la decisión de dedicarse al periodismo pero con un grado de compromiso nada convencional ya que, como explica, además de “cubrir” los acontecimientos, “seguía a los investigadores, a las víctimas, a sus familias… y a los asesinos”.
Ahora, para los lectores de Connelly –que no son pocos, ni siquiera en español– no será difícil apreciar que en estos escritos hay “observaciones de primera mano” que sirvieron como posterior “inspiración” para algunas de sus novelas (en especial, para configurar los rasgos de personalidad de su personaje más conocido, el detective Harry Bosch), pero también la admisión de que “las calamidades y las tragedias son las historias por las que viven los periodistas”, esto es, la materia prima para que una narración resulte o no de interés y aspire a la efectividad.
Por otra parte, este volumen puede constituir un buen manual involuntario de periodismo en general, no sólo policiaco o de nota roja; esto, porque lo primero que topa el lector es un listado de agradecimientos en los que el autor incluye a sus editores y correctores ya que, reconoce, “es imposible escribir un artículo de periódico o revista sin la participación de muchas personas” (en México, esta forma de reconocimiento es altamente improbable), a lo que podemos sumar, al final del libro, la detallada lista de permisos para publicar estos materiales en formato de libro y, también, sin importar demasiado la traducción (mala con mucha frecuencia), apreciar la estructuración de cada nota o crónica porque eso brinda lecciones para cualquier auténtico interesado en esta clase de temas.
Si esto fuera poco, no es menos ilustrativo el epílogo del libro, un breve texto del crítico literario Michael Carson donde rescata como detalle encomiable la labor periodística de Connelly, puesto que, en la mayor parte de los casos, los periodistas de hoy pasan de las escuelas a salas de redacción que están “separadas de las vidas reales de las personas a las que se supone informan” y, por supuesto, “ese no es el mundo donde habitan los policías. No los que recorren las calles”, esto es, aquellos que el novelista tuvo oportunidad de acompañar, por años, en su labor cotidiana.
Tal vez, debido a la vasta obra posterior del autor, Crónicas de sucesos no sea un libro que entusiasme a lectores “de pipa y guante”, pero para un periodista puede convertirse en oro molido, porque no se enfrentarían a un novelista privilegiado por el mercado sino al reportero que fue, y los dilemas humanos que enfrentó. Libros de este tipo no abundan y, por supuesto, pueden resultar de una utilidad invaluable para quien los enfrente con interés auténtico y sin prejuicios.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.
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