Basura celeste: 1Q84 o las ambiciones de Haruki Murakami
Por Ricardo Solís
La obra del escritor japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949) siempre ha provocado una opinión dividida por parte de la crítica literaria, es verdad, pero quizá eso no debería importunarle puesto que las ventas de sus libros son elevadas y cada “lanzamiento” editorial suyo causa cierta expectativa. Con todo, ahora nos acercaremos un poco a su voluminosa novela 1Q84 (Tusquets Editores, 2011), en la que su autor aborda un tema de Ciencia Ficción desde una perspectiva poco convencional pero no deja de atender a algunas de sus muy conocidas pretensiones: la puesta en juego de los dilemas cotidianos en la convivencia entre las personas y el ahondamiento en los conflictos de la trama por medio de la precisión en el detalle, no importa cuánto represente eso en páginas (las dimensiones de esta saga no futurista la ubican entre La montaña mágica, de Thomas Mann, y El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, con todos los sarcasmos y abismos guardados).
Murakami, como muchos otros escritores pero con mayor exposición mediática (aunque diga que no le agrada), divide opiniones porque se trata de un escritor que persigue sus dosis de singularidad en terrenos nada originales y por tomar cierto distanciamiento de su propia tradición (que guarda nombres de culto, bastaría recordar a Kawabata o Akutagawa, por mencionar sólo dos de una amplia lista), a la que “agrega” elementos de la cultura occidental, especialmente de la música y el cine de los Estados Unidos; lo anterior, por supuesto, no permite una opinión uniforme acerca de historias que, por si fuera poco, “bordean” para muchos lectores la tan odiada como indeterminable –en sus obras– categoría de la feel good story y, sin embargo, producen también un efecto casi hipnótico para otros.
De este modo, si bien se halla lejos del aliento “poetizante” de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo (2001) y es bastante menos atrayente que Tokio blues [Norwegian Wood] (2005), 1Q84 (a la que Murakami describe como su obra “más ambiciosa”) representa una mirada al pasado que no desatiende el futuro, pero siempre haciendo patente su condición de texto de ficción; es la historia de una relación que va lentamente –quizá demasiado– develando los eslabones que unen las vidas de sus personajes, sujetos siempre a una dinámica de encuentros y desencuentros que irán marcando su existencia de manera progresiva y definitiva.
En estos términos, la historia se centra en las perspectivas de sus dos protagonistas, Aomame y Tengo, quienes se conocen desde niños y no han vuelto a verse a partir de haberse distanciado a los 10 años de edad. Ahora, llegando a la treintena, ambos siguen su vida sin dejar de pensar uno en el otro y, todo indica, las acciones en 1Q84 tienden a acercarlos y, con paciencia, serán determinantes para su encuentro final. Un proceso difícil, por otra parte, ya que a pesar de lo que comienza a revelarse en las dos primeras secciones (de los cuatro “libros” que conforman la novela), el viaje de Tengo parece desembocar en el descubrimiento de sí mismo y, para Aomame, el desenlace se adivina como uno en el que deberá sacrificarse para que aquél a quien ama pueda seguir con vida.
Así, la vida de ambos personajes no puede ser más diametral en su oposición; desde la comodidad, en Tengo, de ser un maestro de matemáticas con pretensiones de novelista hasta, en Aomame, dedicarse a la preparación física y el asesinato por encargo. Claro, todo va más allá; en un entorno donde una comuna inicial deriva en secta religiosa, Tokio comienza a ver estallar los estragos de la explosión demográfica y, ante todo, el año en que sucede todo esto –1984– encuentra su universo paralelo en una dimensión que no evita semejarse en más de un detalle a la novela homónima de George Orwell, con la cual el guiño léxico del título establece la primera conexión: si en japonés la “Q” y el número 9 se pronuncian igual, estamos en un mundo que al “decirlo” puede tomarse como el de siempre, pero al “escribirlo” resulta algo completamente distinto.
Es en este punto donde Murakami, digamos, “juega” mejor con sus piezas narrativas, porque no puede reprochársele echar mano de la fantasía para crear una suerte de mundo paralelo en el que las cosas no son las mismas –para comenzar, hay dos lunas– y las vidas dependen de otras circunstancias, no siempre evidentes, para seguir un curso determinado. Ese “mundo” (es decir, “1Q84”) coquetea apenas con Orwell pero ahí la religión deja de ser farsa sobrenatural sin perder el afán de control total; y después de todo, se trata de un universo más en relación con lo literario, el propio Tengo escribe una novela –tras corregir y adicionar la inventada La crisálida de aire– que, probablemente, resulte el cosmos inquietante donde la “Little people” se descubra, sin duda, como quien equilibra las potencias y designios que se suelen equiparar con las divinidades.
Aún así, a pesar de las constantes referencias de que echa mano, no todas se tornan efectivas en buen grado (en especial que un líder religioso utilice a James George Frazier y su célebre La rama dorada para referirse a la presencia de la “Little people” en el mundo), pero al menos se mantiene la sensación de siempre estar frente a una defensa de la literatura como un mundo en el que, por real, los dolores y cuánto en él ocurra lo será también. Esto, claro, únicamente “parece ser”. Murakami quizá haya llevado su “ambición” a un terreno donde su “clave” no es, tal vez, todo lo compleja que podría y, como en otros de sus libros, se antoja más bien una forma involuntaria de recaer en una historia de amor y búsqueda de uno mismo que no es suficientemente profunda para un crítico literario y sí puntillosa en exceso para el (mal llamado) lector común. A fin de cuentas, 1Q84 no está exenta de contener pasajes que bien valdrán la rememoración.
Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.
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