viernes, noviembre 22, 2024
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Urantia: Mistagogo

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Ya no sé si deseo ahogarme en el amor, en el vodka o en el mar.
Franz Kafka

 

Miguel Manríquez Durán
Miguel Manríquez1: Bien dicen que la poesía sirve para encontrarse, pero aquí está el misterio primero: te encuentras en otros. La fluidez dialógica que la literatura tiene permite estar en otras voces. El poeta nómada no es sólo una figura retórica. Las aguas mentales siempre son tan procelosas que se puede ver lo emotivo. Es una forma ambigua de pensamiento de lo mistérico: “todo lo que es, lo que ha sido o lo que será” (Sagan, dixit).

Y uno tan provincial como es construye una visión positiva que nos da un locus poético que también es un locus personal: un locus vitae (lugar de vida). Bien dice Steiner; “Incluso el poema lirico más íntimo nace de una compleja matriz de circunstancias temporales y formas sociales”. La ya antigua fórmula de que la poesía nace de la circunstancia refiere entonces a un tiempo, modo y lugar. En su sentido más fiel, el mistagogo es el sacerdote que inicia en los misterios. Ya después los judeocristianos le dieron el segundo sentido de catequista que explica los misterios sagrados, especialmente los santos sacramentos.

En realidad, la mistagogia es extraer la portentosa energía de las palabras y con “emoción rememorada desde la tranquilidad” (Eliot,) aprender a vivir poéticamente. Aquí nace mi conocida costumbre de buscar presencias en lugares reales o construidos: un lugar poético con tiempo y espacio para deslizarse por el mundo. Solo así se evita la falsa disociación entre imaginación y memoria. La cotidianidad ordinaria es entrar a una sostenida “autopedagogía de los misterios”. “Poéticamente habita el hombre sobre la tierra” (Holderlin) y esto quiere decir que escribir versos no es sólo la poesía, sino el habitar poético.

Visto así, todo hombre y mujer está llamado, por el solo hecho de serlo, a vivir poéticamente sólo que algunos lo hacen desde una noción experiencial. Aquí está la fuente de mi costumbre por fijar ciertos lugares físicos para buscar presencias.

Esto no es nuevo ni original. Desde muy joven este ritual tan íntimo me lleva a lugares tan reales como inauditos: cementerios, casas, bibliotecas, templos, avenidas, ciudades, continentes y, para acabar pronto, el nomadismo indócil que me vive. Todos y cada uno de ellos forman una cartografía poética: mi axis mundi.

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2: Cada locus vitae tiene secretos que ignoramos pero marcan nuestro curso. Abandonarse al azar. Asi como Ulises: vamos de naufragio en naufragio. “Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas”. La cartografía íntima tiene mucho de búsqueda por otras almas, otros estados, otras presencias, otras vidas. Después de todo, para decirlo a la manera de Stevenson: quien viaja es el único extraño. “No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado, todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados” (Borges).

Uno de mis axis mundi es el Klementinum que es paraíso en la tierra. Frente al Vitava, reposa la barroca biblioteca praguense con un acervo de seis millones de documentos y con el incremento de setenta mil registros cada año. Es una edificación de las más bellas del mundo sino también antigua (1772). Fue el verano de 1971 cuando encontré en “Ficciones” (1944) “El milagro secreto” de Borges: el personaje principal (poeta Jaromir Hladík) tiene un sueño como un “largo ajedrez” de la biblioteca del klementinum donde los bibliotecarios buscan a Dios en los libros de la biblioteca.

Muchos años después, frente al portón de la biblioteca del Klementinum, confieso que esperaba encontrar a Borges en alguna de estas salas. Amigarme con él y conversar cálidamente sobre los tiempos del poeta Hladik: un “tiempo” humano, cronológico y racional, y otro con resonancias divinas, mágicas, eternas, infinitas y omnipotentes. No encontré a Borges pero escuché entonces a Jaromit Hladik cuando en la oscuridad habla con Dios: “Si de algún modo existo, si no soy una de tus repeticiones y erratas, existo como autor de Los enemigos. Para llevar a término ese drama, que puede justificarme y justificarte, requiero un año más. Otórgame esos días, Tú de Quien son los siglos y el tiempo”. Encontrar la letra divina es obsesión del argentino cuando, por boca del poeta y sin pudor alguno, afirma: “Mis padres y los padres de mis padres han buscado esta letra; yo mismo me he quedado ciego buscándola.”

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3: Romana: hoy mi mundo se movió un poco. Se diluyó uno de mis axis mundi. Primero fue sensación de tristeza resignada pero igual es un hueco. Taza Madero es algo más que un espacio físico sino que para mí era el lugar donde enfrentaba el tiempo y recuperaba el asombro cada mañana. Era sentirse vivo. Alguna vez dije que era uno de mis lugares en el mundo. Todo quedaba lejos. Ahí me sentí isla. Llegué a Taza justo en una época dónde estaba a punto de arriar banderas. Llegué con ira y muy pronto recuperé pedazos de mi mismo. Eso era Taza. Algunas mañanas eran largas y me sorprendía siendo luz. Los días soleados, las tardes lluviosas, las presencias dulcísimas y tu vestido azul, todo encajaba. Alguna vez escribí sin rubor alguno: “El azul convirtió la tarde en acuático resplandor sólo porque la romana sonriendo cruzaba la avenida. Se sintió un animal ciego a punto de renacer. Sabía que la naturaleza de los dioses era la paz profunda de la inmortalidad. Deseó esa paz para salvarse del tumulto de la vida terrestre. Sólo quiso ser isla perdida y solitaria para, sin dolor y sin peligros, no saber en qué latitud está situada. Ahogó la mirada y solo musitó: “Todas las cosas nacen del azul”. Después de todo, en romanas felices se agitan corazones vacilantes.”

Son cosas que ya no tendré. Mi mundo es más pequeño. Hoy quise darte un abrazo por todo aquello que ya no estará y por todo aquello que me perderé. Ya no estará ese lugar con todas las mañanas del mundo. A estas alturas, eso cala. Perdona el drama, la confidencia, el sentimiento y, sobre todo, la ensoñación. Después de todo, “el hogar no es donde naciste; el hogar es donde tus ganas de escapar cesan.” (Naguib Mahfouz)




Miguel Manríquez Durán. Poeta.


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