Celuloide: Flatliners o los riesgos de la nostalgia
Por Jesús Ricardo Félix
Hace unas semanas en el Celuloide hablábamos de la nostalgia ochentera que se refleja en series como Cobra Kai, Dark, Freaks and geeks, Deutschland 83, Glow, Narcos y un largo etcétera que se prolonga si incluimos además películas en esta clasificación. Pues bien la nostalgia también alcanza a la década de los noventas con películas como Flatliners (1990). En la versión original el ya fallecido Joel Schumacher reconocido director de películas como The Lost Boys (1987) reúne a un buen reparto encabezado por Kiefer Sutherland, Julia Roberts, Kevin Bacon, William Baldwin y Oliver Platt. “Hoy es un buen día para morir” nos decía el estudiante o pasante de medicina interpretado por Kiefer Sutherland, el junto a otros compañeros novatos habían estudiado casos de pacientes que habían regresado a vivir después de haber sido declarados muertos. Su curiosidad los lleva a experimentar en ellos mismos la muerte para saber que hay más allá, comienzan a paralizarse el corazón uno a uno experimentando recuerdos antiguos de la infancia, adolescencia o juventud. El problema es que al regresar de la muerte traen consigo pecados o acciones de las cuales sufrieron una especie de trauma o cicatriz emocional que se quedó ahí oculta pero sin sanar. Esto guarda similitudes con el campo del psicoanálisis que nos dice que cuando experimentamos una situación traumática la reprimimos, pero los recuerdos no son eliminados sino almacenados en archivos a los cuales la mente no tiene fácil acceso, esos recuerdos se pueden manifestar a manera de síntomas que influyen a nuestro presente desde las escenas del pasado. Está es más o menos la propuesta de Flatliners adornada con los colores de la ficción. El personaje de Kiefer Sutherland fue un bully por lo que ahora al revivir es perseguido por el recuerdo de la víctima, William Baldwin por su pasado mujeriego, Julia Roberts es atormentada por el suicidio de su papá, Kevin Bacon hostigaba a una niña de color en su escuela. A pesar de que han pasado años desde la última vez que la vi y que no es la gran obra maestra de la década todavía recuerdo al niño de capucha roja que persigue a un Kiefer Sutherland asustado, la película bien actuada te mantenía en un suspenso constante a lo Hitchcock y alternaba escenas que rayaban en el terror.
En Flatliners (2017) dirigida por Niels Arden Oplev vemos a Kiefer Sutherland y pensamos que todo va ir bien con la secuela, después vemos que solo aparece en una que otra escena acaso solo para rendir homenaje a su personaje de los noventas el doctor Nelson Wright ahora bajo el nombre de Dr. Barry Wolfson.
Los doctores obsesionados con el más allá ahora están encabezados por el personaje de Ellen Page: Courtney quien sufrió un accidente con su hermana menor a bordo y es la primera en intentar viajar de ida y vuelta al otro mundo. Los personajes de Jamie (James Norton) y Sophia (Kiersey Clemons) son los otros “escépticos” que se unen al peligroso experimento. Diego Luna ha llegado ahí casi por accidente e interpreta al pasante de medicina “becado” que a la vez es el más responsable y hábil del grupo pero su personaje no termina de conectar. De hecho ninguno de los actores parece tener química en esta nueva versión. Ni si quiera los “traumas” que sufren los personajes de esta nueva versión son lo suficientemente atractivos para engancharte en la ficción. Vemos como Jamie el James Baldwin de esta versión se encuentra arrepentido de haber embarazado a una ex, Marlo porque fue negligente con un paciente, Courtney por el accidente de su hermana y Sophia por haber publicado fotos desnudas de una compañera a la que tenía envidia en la escuela. Luis Buñuel decía algo así como que un buen guión con un director mediocre podría sobrevivir a una mala dirección en la pantalla pero jamás un mal guión, aunque la dirija el mejor realizador, va producir buenos resultados. Me temo que este es el caso de Flatliners. El guión no consigue construir a sus personajes, no se logra la química necesaria entre los actores, los traumas de los personajes son por decirlo de un modo “adolescentes”, en definitiva no recomiendo la película, es preferible ver la versión original y despertar nuestro espíritu nostálgico noventero.
Como dicen en el basquetbol: “buena bola, Richard”