La Perinola: Nuestros mayores






Por Álex Ramírez-Arballo
Vivimos en un mundo empeñado en hacernos creer que la vida, esta vida que tú y yo vivimos, es para siempre. Es una estupidez, ya lo sabemos, pero a los comerciantes no les importa: siempre encuentran la manera de hacernos creer que es posible ser para siempre jóvenes, para siempre fuertes, para siempre saludables. Me acuerdo del escritor inglés G.K. Chesterton cuando decía que había muchas personas que no querían la vida, que lo que en realidad querían era evitar a toda costa la vejez y la enfermedad.
Es ley de vida: moriremos todos. Y saber esto, pero saberlo de veras es una extraordinaria noticia, porque solo los que seamos capaces de ser plenamente conscientes de nuestra mortalidad podremos ser plenamente conscientes del milagro de nuestra existencia. Quienes saben que el tiempo que tienen es muy poco, por regla general se vuelcan hacia los demás en un esfuerzo de amor que nos hace más felices.
Vivir todos los días de nuestra vida con una pasión radical no es más que el deber de todo ser humano bien nacido; quienes se conforman con menos están negándoles a los demás y a sí mismo los frutos que solo el entusiasmo, la entrega, la sensibilidad y la inteligencia humana pueden proveer.
Pero hay algo más, algo verdaderamente doloroso: esta cultura de la “perpetua juventud” comete un horrendo pecado contra los más viejos: el desprecio. En una sociedad como la nuestra, en la que las tradiciones tienden a valer cada vez menos, los viejos pierden su gran valor de cronistas auténticos y portadores de las señas de identidad de una comunidad. Cada vez observamos con mayor frecuencia cómo las personas son descartadas como si se trataran de algún instrumento desechable que una vez utilizado debe lanzarse a la basura.
Yo creo que más temprano que tarde habremos de arrepentirnos, como sociedad, de esta tremenda forma de injusticia, de esta discriminación cotidiana, tan solapada en Latinoamérica, que consiste en menospreciar a quienes trabajaron para que este mundo en el que vivimos sea como es hoy, a quienes, lo queramos o no, nos cuidaron mientras crecíamos. Hay algo más, la experiencia y las capacidades personales de los hombres y mujeres de la tercera edad son una fuerza que no puede desdeñarse sin perder necesariamente un valioso e irremplazable recurso.
No, la vida no durará para siempre ni seremos jóvenes una eternidad, lo que nos obliga a usar con prudencia el capital más valioso de todo el universo: el tiempo. No seremos jóvenes ni tendremos salud para siempre, repito, lo que nos obliga necesariamente a cambiar el paradigma actual de discriminación a los ancianos si no queremos que al final de nuestros días tengamos que enfrentarnos al menosprecio, la indiferencia y el olvido. No es justo, no sería justo para nadie.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com





