jueves, noviembre 21, 2024
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La Perinola: Tiempo de cínicos y cobardes

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Por Álex Ramírez-Arballo
Es este un tiempo de cínicos y cobardes. No es, como se dice fácilmente por ahí, un asunto generacional sino epocal: no importa la edad que tengas, la ponzoña del cinismo posmoderno te ha tocado de algún modo. Porque estos son los tiempos y estas son las horas del mundo que nos ha tocado en suerte, un mundo obsesionado al mismo tiempo con el desencanto y la proposición de soluciones simplistas para los enormes problemas que enfrentamos. Por eso es por lo que en el mundo académico contemplamos el abandono absoluto de la razón y la coronación carnestolenda del absurdo; por otro lado, en el mundo de la vida pública, que debería convocarnos a todos, aparecen personajes tan delirantes como ponzoñosos, como “nuestro” López Obrador, un ser obsesionado con sus monomanías mesiánicas que no ahorrará esfuerzo alguno en su “proyecto” de manipulación y destrucción nacional. Tanto los académicos que abrazan los sueños lisérgicos de la “teoría”, como los ciudadanos de a pie (dejemos a los políticos por el momento de lado) entusiasmados por el santón de turno, tienen algo en común: la traición a la razón histórica de la tradición a la que pertenecen. Por una razón que no alcanzo a comprender suponen que ese mundo nuestro es un albañal, que todo lo que se ha hecho se ha hecho mal y que es menester abrasar todo hasta la raíz para construir el Reino sobre la ceniza. Es una obsesión gnóstica que se entrega al pensamiento milenarista mientras desprecia la “encarnación” por considerarla una distorsión inmunda del universo. Son unos monstruos.

Este cinismo enfermo aborrece la historia y el progreso, la tradición, el decisivo peso de la verdad. Están locos de atar. Creen, porque los mueve la fe, que la vida es un equívoco que es menester reparar a través de expiaciones e inquisiciones; no es raro, pues, que estas turbamultas aspiren a un poder total. Asumen que sobre sus espaldas cargan una responsabilidad cósmica a la que deben responder con acciones radicales que reestablezcan el “orden natural” del mundo. No son demócratas, no pueden serlo porque no están dispuestos a convivir con quienes no piensan como ellos. De los demás no esperan sino la conversión o la muerte.

En la academia o en la plaza pública la locura oficia sus ritos. El principal sacrificado es el sentido común, el amor a la verdad, la conciencia histórica y el afán de orden, es decir, el principal enemigo de estos energúmenos no es otro que la libertad. La temen como a nada más en este mundo. Saben que en una sociedad constituida por hombres libres sus desviaciones emocionales no tienen ningún futuro y eso es lo que los partidarios de las sociedades abiertas debemos señalar un día y el otro también. Más allá de la trampa dialéctica de las derechas e izquierda se plantea un solo debate verdadero, el de los defensores de la democracia liberal, que por serlo acepta múltiples apellidos, y el de los dementes promotores de las tiranías, que por serlo son siempre una sola y oscura tragedia.

Ante los cínicos, cobardes y advenedizos debe imponerse un compromiso de amor profundo por la vida y los demás, por la civilización y sus méritos, por el arte y las ideas, por el trabajo (siempre el trabajo) y, sobre todo, por la necesidad de un orden social claro.

 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com

 

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