La perinola: Estamos solos






Por Álex Ramírez-Arballo
¿Y qué hacer ahora en este sitio, en este instante? ¿Pensaste alguna vez vivir en un país como este, con este dolor metido al hueso, con estos gritos y esta sangre? La verdad es que atravesamos un largo túnel, tan largo que a veces me parece es interminable: el crimen, con la complacencia de las autoridades, ha reclamado para sí el poder de facto; los niveles de violencia sostienen un incremento constante: la última década (2010–2019), por ejemplo, representó un aumento de 68 por ciento de asesinatos con relación a la década anterior. Es un dato espeluznante. ¿Con qué elementos de una mínima racionalidad podríamos suponer que eventualmente esta espiral de locura y crimen habrá de terminar?
Lo que es peor es adaptarse, como si fuera preciso anestesiarnos, apaciguar los demonios de la indignación porque, al final de cuentas, nada podemos hacer. Esto es trágico porque es una claudicación existencial en toda regla, el abandono de una nave en situación de inminente naufragio; sin embargo, lo comprendo, los mexicanos hemos interpretado que en este asunto estamos totalmente solos, abandonados por unas autoridades que no tienen otro objetivo que preservar el poder público para servirse de él. Esto es evidente, sobre todo en el actual sexenio, donde un megalómano se ha hecho con las riendas del país. No piensa sino en sí mismo y no le importa nada más, obsesionado con la satisfacción enfermiza de verse a sí mismo en el espejo cada mañana y saberse el hombre más fuerte de México. Es un perfecto agente de la destrucción.
A todo lo anterior hay que añadir las particularidades de esta coyuntura pandémica, marcada por la desolación, la muerte masiva, la hecatombe económica y el avasallamiento de la esperanza. Por momentos pareciera que un escritor cruel se encuentra al mando de todo esto, apretando siempre la tuerca un poco más para que nosotros, los pobres personajes, encontremos siempre la manera de caer un escalón más en este desplome universal hacia el desastre.
Estamos solos y no tenemos dioses que nos salven. Estamos solos encerrados en este universo material, a la deriva, atenazados por legiones de seres perversos sin otro interés que trepar lo más alto en esta pirámide humana: los bienes son escasos y las fuerzas pocas. Nos guste o no nos guste, pertenecemos a una cadena trófica y hay alguien siempre por encima de nuestras cabezas, alguien dispuestos a aplastarnos con su bota.
Estamos solos, pero nos tenemos. Somos nosotros mismos la fuente de la esperanza. La lucha por la libertad empieza en la conciencia y crece hacia las manos en forma de actos, y florece por la boca en forma de palabras. Esta es mi fe, este es el camino que he elegido: la defensa radical del individuo, acosado por los devoradores de cuerpos y almas. Es un drama cósmico. No hay otra causa que la libertad, lo he dicho, porque es la llama que mueve el tiempo y lo vuelve historia. Son los libres lo que han movilizado la rueda del progreso y han posibilitado la emancipación de amplios sectores de la población humana. A estas alturas de la historia del mundo debería quedarnos claro a todos que todo aquello que dimos por sentado alguna vez, se ha desvanecido muy rápidamente delante de nuestras narices. Todo lo que nuestros abuelos construyeron dejando sudor, sangre y empeño por el camino, se encuentra ahora en riesgo de ser devorado por los nuevos tiranos. Es nuestro deber tomar conciencia del tamaño de la crisis epocal que tenemos encima. De nosotros depende, no me vacila el pulso al escribirlo, que haya o no un mañana.
* Ilustración: Sébastien Thibault
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com





