La perinola: El mito de las generaciones






Por Álex Ramírez-Arballo
En mí coinciden ahora mismo dos circunstancias a mi juicio dignas de agradecimiento, la primera es que he sido profesor durante 21 años, lo que me parece una locura porque aún guardo el recuerdo fresco de esos instantes en los que me fumaba un cigarro por fuera de un aula, esperando que se diera el momento de entrar a impartir mi primera clase; segundo, que tengo ya 45 años y ahora mis alumnos perfectamente podrían ser mis hijos, así que mi relación con ellos va adquiriendo esa paradójica y dulce cercanía de quien puede mirar a un semejante entusiasmado por el potencial de vida que se adivina en sus ojos.
Contrario a lo que muchos miembros de mi generación -y mayores- piensan, no creo que las nuevas generaciones sean más débiles. Créanme, yo los veo todos los días, trabajo con ellos, los escucho hablar y solemos conversar largamente; no encuentro un solo indicio que me demuestre que ese lugar común, tan propio de viejos rancios que se enseñorean tácitamente en una asumida fortaleza propia al señalar la supuesta fragilidad de los más jóvenes, sea verdad. Por si fuera poco, entre mis coetáneos he descubierto en no pocas ocasiones a auténticos llorones y manipuladores, artistas de la cojera que fingen vulnerabilidad para cosechar conmiseración y de este modo lucrar con la empatía. La cobardía y la entereza son aspectos del carácter de la gente con independencia de su edad, me queda claro.
El asunto de las generaciones me parece una imposición arbitraria desarrollada por estudiosos de la literatura o mercadólogos; la verdad es que las poblaciones humanas contemplan, como es natural y más allá de ciertas tendencias más o menos reconocibles, aunque superficiales, un amplio abanico de conductas y reacciones que van desde la abulia hasta el heroísmo prometeico. Los prejuicios heredados del sociologismo han penetrado el saber popular, de manera que ahora queremos creer que los grupos humanos se diferencian entre sí de un modo tajante, ignorando traslapes y coincidencias, además de lo que ya he mencionado, la naturaleza humana, un término que hace que muchos estudiosos de la sociedad sufran desmayos y convulsiones flatulentas.
Ejemplos de entereza, resistencia, solidaridad y convicciones no me faltan. Los he visto de primera mano entre mis alumnos. Además de conocer por ellos la nueva música, he aprendido algo que a mi juicio resulta fundamental, los seres humanos de todas las épocas nos hemos abierto hacia la vida con un apetito transformador que nos ha sacado de las cavernas y nos ha llevado a las estrellas; esta condición, que es naturaleza humana, aunque palidezcan los detractores muy posmodernos, no se extingue, se encuentra trufada en nuestros genes. Hemos devenido en monos pensantes y actuantes, criaturas que al crear su propia realidad se definen y transforman. Esto no caduca nunca. Esto morirá con nosotros.
En la vieja pugna entre clásicos y modernos siempre apostaré por los modernos, siempre y cuando estos asuman su deuda ineludible con la tradición. Esto es algo que aprendido de los hermeneutas analógicos: la novedad solo adquiere sentido y trascendencia cuando es rectificación (y por tanto validación) del canon. Nadie inventa el mundo desde cero, estaremos de acuerdo, amigos míos.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com






Fina y delineada prosa del Dr. Ramírez-Arballo. Nos concientiza acerca de escuchar a las nuevas generaciones.