lunes, noviembre 25, 2024
ColaboraciónDe mente abierta y lengua grandeGastronomía

De mente abierta y lengua grande: Comida pa’l susto

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Chef Juan Angel | @chefjuanangel

-Santa Bárbara doncella, que del cielo fuiste estrella, líbranos de una centella-
– ¡Repitan recio mijito, agarra a tu hermano fuerte de la mano! –

Con rayos y truenos estrepitosos, mi mamá corrió a la recámara entre la penumbra, con una linterna en mano, para buscar el agua bendita; mientras Noé y yo nos refugiábamos en una esquina del comedor.

– ¡Apáaaaa, veeeeen, apáaaaaaaaa! Gritaba mi hermano mientras lloraba igual que la lluvia torrencial, a cántaros.

Mi papá, parado sobre un banco de madera, trataba de abrir la caja de térmicos para apagarlos y evitar una descarga en los aparatos de la casa; en ese preciso momento, se escuchó una explosión y junto a ella, decenas más, como si una serie de bombas estuvieran sincronizadas. La sala de la casa se llenó de humo y perdimos de vista a mi papá. Mi mamá, que rociaba agua bendita en puertas y ventanas, entró corriendo y sacó a papá entre la nube blanca, el llanto de mi hermano aumentó al doble su intensidad, mientras yo gritaba para acallar los miedos -¡Santa Bárbara doncella,
que del cielo…- De inmediato empezó a llover dentro, la tormenta había levantado el techo de lámina de mi casa y de otras más en la Capital del Mundo. Al exterior se escuchaba el crujir de los árboles y el paso fuerte de la cañada.

Ya todos juntos, bañados de miedo, sudor, lluvia y harta agua bendita, fuimos recuperando la tranquilidad. La tormenta se calmó y papá salió a la calle, los vecinos trataban de recuperar del pavimento las láminas de acero que el viento, con su coraje, había tomado prestadas.

-Mijitos, ustedes siéntense en el corredor, ya se calmó la lluvia, hay viento fresco- mamá, con una calma celestial nos acomodó en las poltronas y sacó una lámpara de petróleo del librero, la encendió y se fue directo a la cocina. Afuera, parecía Navidad, mi hermano y yo observábamos asombrados por la puerta de la calle, cientos de lucecitas tintineantes que hacían un ruido extraño. Lo más impresionante es que no había electricidad a causa de la tormenta.

Mi papá regresó empapado, con las manos entrelazadas y una luz en su interior, se acercó y nos dijo: miren, son los foquitos del monte, se llaman “compechis”, acto seguido, para que los nervios empezaran a relajarse, nos invadió un aroma a manteca junto con los chasquidos de la grasa mientras caían litros de frijoles aguados. Mi mamá nos llamó a la cocina y nos dio un plato repleto de parrales a cada quien, los llevamos a la mesa y tomamos asiento alrededor de la lámpara, sacó media barra de pan blanco y nos puso una botella de salsa Yaqui sobre la mesa. Yo, más que
nadie, bañé los frijoles con salsa y empecé de inmediato a sopear las rebanadas de pan que absorbían rápidamente los frijoles. – ¡Cómanse todo el pan! porque quién sabe cuándo venga la luz y se va a ¡echar a perder! – Era la regla en esos momentos de crisis, comer todo lo que había en el refrigerador, porque la electricidad tardaba días en regresar.

En ese momento de crisis, miedo y mucha angustia, mis papás hicieron lo propio y lo convirtieron en una anécdota para contar, así que pa’l susto, nada como unos frijoles caldudos con pan.

Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.

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