Urantia: Higos
Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.
Antonio Porchia
Miguel Manríquez Durán
1: Desde siempre pienso que hay frutas paganas: la manzana, la uva y el higo . No hay que olvidar tampoco a la pera, el dátil y la granada cuyas referencias aparecen ya en la antigüedad pagana y la cristiandad. El higo no es cualquier fruta sino una flor invertida y, por si fuera poco, una infrutescencia (un conjunto de frutas). Además, necesitan una avispa sacrificada para reproducirse, un insecto que muere dentro del higo dejando su recolección al interior varios “aquenios” y que son los que le dan textura y sabor tan indescriptible como incitante. Las avispas del higo dejan larvas y material genético. Más allá de cualquier explicación técnica, el higo es muchas frutas.
Estos maravillosos capullos oscuros con tonos rojizos son poderosos símbolos y referentes. Desde hace diez mil años, en Egipto, se data como alimento y cultivo, pero, sin duda alguna, es en Grecia donde tendrán un alto valor simbólico: cuando se fundaba una ciudad, se plantaba una higuera en el “ágora y el foro para señalar el lugar donde se reunirían los ancianos a deliberar y resolver”, dice Heródoto en su “Tratado sobre los higos” donde refiere a más de una docena de variedades que se extendieron por todo el Mediterráneo. Hay mucha noticia, por supuesto, de su carga simbólica: signos de fecundidad y riqueza asociados a la actividad sexual, fuente de nueva vida: “Tus labios son como un higo recién abierto, Kamala. También mi boca es roja y fresca y hará juego con la tuya… Siddharta inclinó el rostro sobre el de Kamala y depositó su boca sobre el higo recién abierto”, dice Hermann Hesse.
2: Ya desde los fragmentos caldeos que dan origen a la Biblia, el higo aparece en los pasajes del profeta Amós que se “resiste a profetizar en nombre de Dios, declarándose simplemente pastor y cultivador de higos”. También, Jeremías, profetizando las desgracias del pueblo rebelde contra su Dios (s. VI a.C.), amenaza entre otras desgracias con el arrasamiento de viñedos e higueras y tantas otras menciones bíblicas. El higo es símbolo, magia y sabor ancestral. Ya Homero cita como delicia el hígado graso de ocas cebadas con higos: el foie gras. A propósito, hígado/fégado viene de higo (ficus), no del nombre latino del hígado, iecur. Estos magníficos hígados de ocas cebadas con higos aparecen ahora en innumerables recetas.
En el antiguo espejo pleno de premios y castigos divinos que es la mitología, las frutas son compleja y abundante narrativa: el titán Siqueo (literalmente, “higo”) es metamorfoseado por su madre Gea como una higuera. Hasta el mortal Fítalo, símbolo del progreso agrario, recibe de Deméter brotes de ese árbol, en agradecimiento por su hospitalidad. Desde Safo hasta el despechado Aniceto quien se queja de que una mujer se ha quedado con sus pertenencias, favorecida por la pasión que él ha sentido por ella: “Me rehúyes, Febíane, me rehúyes, justamente ahora que me has despojado de toda mi hacienda: pues ¿cuál de mis bienes no tienes, habiéndomelos arrebatado? ¿Acaso no los higos?”.
3: Más allá de las connotaciones sexuales, mitológicas y gastronómicas también se dice que es el “alimento de los filósofos“ ya que es considerado, por abundante y barato, el postre de los pobres en “Las Avispas” de Aristófanes. “En este sentido habría que entender el apelativo de “amante de los higos”, philósykos, que le dan a Platón autores como Plutarco o Diógenes Laercio como referencia no a una glotonería particular por este fruto sino como símbolo de la frugalidad que defiende en obras como La República”.
En “El Banquete de los sabios” de Ateneo de Náucratis, escrito a principios del siglo III d. de C. en Roma, contiene no sólo abundantes relatos sino también recetas de cocina. Especialmente del perdido libro de cocina de Miteco que es el más antiguo: “Miteco, que ha escrito un libro de cocina siciliana”, dice Platón en Gorgias. Como sea, el dulzor de los higos es bien cantado por el poeta Ananio que vivió en el siglo VI a. C. y es contemporáneo de Hiponacte: “Si uno encerrase mucho oro en su casa/ y unos pocos higos y a dos o tres hombres,/ podrías comprender cuánto valen más los higos que el oro.”
Miguel Manríquez Durán. Poeta.
Riquísimo sabor del higo, a cosa dulce, a reminiscenia. Muy grato saber de tantas referencias de la antigüedad sobre esta fruta (que es muchas frutas). Agregaría de la higuera su exuberancia; esta temporada sigo disfrutando día a día cada higo, su encendido color, de la piel y la pulpa, pero además su generosidad por permitirme esta experiencia para mí tan preciada.
Muy bien Miguel!
Tan ricos los higos, porque hay que comer más de uno.
No se si el higo me gusta por sí solo o por los amados recuerdos de mi abuela paterna y la inmensa higuera que había en su casa: el patio cubierto de mermelada, el olor a higo y tortilla de harina a la leña que cimbra el alma.