La perinola: De bestias a hombres
Por Álex Ramírez-Arballo
La inteligencia no es sinónimo de bondad, como algunos ingenuamente creen. La inteligencia sin conciencia de humanidad es un arma arrojadiza que vuelve a los hombres cínicos o abiertamente ruines; no son pocas las personas que he visto ejercer los poderes de su inteligencia para reblandecer el ánimo de los demás, lanzando los dardos emponzoñados del sarcasmo, socavando la moral de quien por mala fortuna se atraviese en su camino, ejerciendo siempre el ministerio de un poder que es para el dominio de alguien. Es terrible. Ejemplos de la inteligencia como cálculo perverso lamentablemente no escasean por aquí.
Nuestro cerebro posee estructuras complejísimas y antiguas que le hacen ver la realidad como un campo de lucha permanente en el que, para sobrevivir, es preciso aniquilar eliminando obstáculos, amenazas, resistencias: la vida es inseparable de la violencia. Todo esto ha tenido una función evolutiva que ha permitido la pervivencia de la especie; sin embargo, no podemos permanecer en un plano tan básico, es necesario aspirar a la sofisticación y la sutileza que permitan no solo la vida sino la vida auténticamente humana. Hablo de la vida que se abre paso a través de la colaboración libre de personas cobijadas por un sistema social que fomenta la autonomía radical de la persona.
A mi juicio, la inteligencia debe tener un carácter proyectivo; es decir, el pensamiento humano ha de ser anticipo del futuro, esfuerzo de la voluntad por alcanzar un mañana mejor a través de la solución continua de los problemas que debemos enfrentar en el presente. La historia del mundo es una espiral ascendente, un movimiento recursivo que es consciente de sí mismo y de su responsabilidad de crear realidades. No existe idea más perniciosa e inmunda que la de volver atrás, la de añorar tiempos idos. El carácter nostálgico es una de las más grandes amenazas que enfrentamos como planeta. No hay más alto deber moral que construir trampolines tecnológicos de vida que nos impulsen más allá. El futuro de nuestros genes no se encuentra bajo el suelo que ahora pisamos.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com