De mente abierta y lengua grande: Hablar con comida
Chef Juan Angel | @chefjuanangel
-Creo que es aquí joven-
-¿Seguro?, se ve muy oscuro-
-Mmmm, sí mire, ahí está el letrero-
La música sonaba con el volumen perfecto, era la mejor selección para la gran noche, de un lado a otro caminaban hombres y mujeres de gran porte, con traje y corbata. En el ala derecha había una larga fila, presidida por un caballero de origen japonés y otro más con turbante, árabe quizá.
Las luces estaban colocadas meticulosamente a lo largo y ancho del amplio techo; cada una bañaba el espacio planeado sin salirse un milímetro de lo calculado.
-¿Señor Vásquez?-
Asentí con gran asombro, puesto que solamente conocían mi nombre mediante una llamada telefónica, nunca habían recibido identificación o documento con fotografía que les diera idea de mi persona; cabe mencionar que toda relación había sido mediante una línea de teléfono convencional, el WhatsApp y las redes apenas empezaban su gran ascenso.
Caminé dos pasos después de la sobria y oscura puerta de entrada, estaba parado sobre una fina alfombra de terciopelo rojo marrón -Tomen asiento por favor, en un momento los pasamos-
Colocamos las sentaderas en uno finos y elegantes sillones, 30 segundos después… -Señor Vásquez, pasen por favor, mi compañero los dirigirá a su lugar-
Aquello era un lugar oscuro, había espejos en las esquinas superiores que unían el techo con la pared -Qué decoración tan extraña, pensé- caminamos un par de metros y nos señalaron la mesa correspondiente, a nuestro lado derecho el caballero japonés y a la izquierda el árabe con cámara en mano. Cuando tomamos asiento llegaron dos caballeros que nos pusieron sobre la mesa dos sobres sellados con cera y un grabado con la letra ‘E’ encerrada dentro de un círculo, la luz parecía estar planeada para iluminar el brillo de la cera y el papel.
Colocaron un recipiente de madera con sal junto a una cucharita del mismo material para servirla. A los breves segundos comenzó el espectáculo, la gran sala se llenó de elegantes meseros, quienes colocaron platos exactamente al mismo tiempo frente a cada comensal; de igual manera sirvieron los vinos y bebidas, luego apareció una tercera persona y nos explicó a detalle la comida que teníamos enfrente.
Primero, una fritura de chía con aguacate y ajonjolí, después un guaje con elotitos untados con mantequilla de hormiga chicatana, al destaparlo salió un humo que envolvió el rayo de luz que iluminaba nuestra área personal para comer. Después un chileatole con chicharrón de chile mulato, de ahí pasamos a un taco, luego a un bocadillo japonés y por último llegó el plato tan esperado, por el que había viajado casi 2,000 km: Mole madre, mole nuevo, en un plato blanco estaba servida una porción de mole madre preparado 913 días atrás, hervido cada 24 horas y alimentado con ingredientes nuevos, y dentro de ese círculo brillante color chocolate: el mole nuevo, uno recién hecho, joven, del mismo día; para acompañar, unas tortillas de maíz con hoja santa. Tomé la tortilla con mis manos, la troceé y unté con el segundo, lo llevé a mi boca y vi como se erizaron todos los bellos de mis brazos, tomé el segundo trozo de tortilla, la embarré con el primero y después de saborearlo comencé a llorar, mi compañero de mesa me veía atónito mientras corrían lágrimas a chorro que empapaban el mantelito de papel puesto debajo del plato, me llevé un segundo bocado y continué llorando hasta terminar el plato, él respetó conmovido mi momento y al salir del restaurante le dije: la comida me habló, todo, junto al recibimiento, el lugar, la atención, el cariño y dedicación puesto en cada plato me hicieron sentir en casa de mi nana Teresa, y al probar el mole sentí que estaba presente, sirviéndome, aunque el que ella preparaba era de frasco, tenía la misma o mayor dedicación y amor puestos en aquel premiado restaurante. Cada plato, cada momento de aquella velada fue un vocablo, una palabra, un enunciado que me narró a la perfección una tarde sentado en la casa de mi abuela materna comiendo mole con tortillas de maíz.
Cada vez que cocinamos, no solo satisfacemos un hambre feroz, también enamoramos, halagamos, alegramos y por supuesto, comunicamos.
Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.