La perinola: La más justa violencia






Por Álex Ramírez-Arballo
La libertad tiene enemigos constantes, infatigables, poderosos. Ser libre es ser consciente de esta lucha a la que están llamados todos los que han asumido para sí la causa más justa de todas, la más necesaria e irrenunciable, la lucha del individuo por prevalecer de cara al poder. Se engaña a sí mismo quien asume que la libertad es algo dado, algo que es posible salvaguardar sin el uso de la justa violencia. Aun creo que el más alto deber de los libres ha de ser seguir siéndolo y que otros -actualmente subyugados- también lo sean alguna vez. El proceso de liberación es, pues, interminable.
Tradicionalmente pensamos que el “poder” al que debemos enfrentarnos es el poder político. Y hay una razón para esto, sucede que en las sociedades democráticas es la organización política quien administra el imperio de la violencia física de estado (policía, fuerzas armadas, aparato de seguridad en general) y también la violencia impositiva de la legislación (impuestos, leyes, códigos, etc.) Esta es una concesión del individuo que ha comprendido que esta es la mejor forma de organización social. No olvidemos que solo en la interacción dialógica de la comunidad el individuo puede expresar con mayor potencia sus atributos; lo contrario a esto sería la extravagancia de los espíritus radicalmente anárquicos movidos por la nostalgia de un hombre solitario en su caverna. Tonterías.
Sin embargo, actualmente hay otras encarnaciones (mucho más malignas) del poder, tal como sucede en México con la insurrección de los narcos. Ante el vacío de autoridad efectiva representado por una administración tan torpe como la actual, el poder concreto de las armas y el dinero ensangrentado ha dado un paso al frente, arrebatando espacios de acción vital a grandes sectores de la sociedad. El ciudadano ha sido dejado a los pies de los caballos, sin que el presidente y el alto cargo que él encarna asuma una de sus más irrecusables responsabilidades, que es la de proteger a la población civil de los enemigos externos e internos, cosa que habrá de suponer en muchos casos la necesaria acción de matar. ¿Qué puede hacer un pobre mexicano que ve cómo sus impuestos no sirven para garantizar algo tan apremiante y básico como es la seguridad? No lo sé, me imagino que apelar a los poderes ultraterrenos hincándose a rezar. A la luz de todo esto la Segunda Enmienda norteamericana adquiere una sensatez absoluta, que el ciudadano libre lo sea para portar las armas que puedan defender su libertad, su vida y sus posesiones cuando el Estado enfermo de sí mismo escape a la carrera mientras los bárbaros asuelan y matan y prenden fuego a todo lo que se les atraviesa.
Defender la libertad es defender la vida y desde que el mundo es mundo esto no se ha conseguido sin tener que mancharse las manos de sangre. Lo demás, amigos míos, son puros cuentos para niños.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com





