La perinola: Ni catastrofista ni ingenuo, optimista






Por Álex Ramírez-Arballo
Uno tendría que tomarse en serio el asunto de la felicidad por una sencilla razón: una persona feliz es alguien que nunca le fastidia la vida a nadie más, nunca sabotea ningún proyecto ajeno, nunca se mete en la vida del prójimo: su alegría es fuente de concordia. Es más, creo, y en esto soy muy serio, que a las personas se nos debería educar desde pequeños, en casa y en la escuela, a gestionar emociones positivas y sensatas que nos ayuden a construirnos más sólidamente como personas de cara a un mundo que ciertamente se encuentra lleno de enormes retos y dolores.
Pero no, lejos de todo esto, el mundo se empeña en enredarse entre las telarañas de un catastrofismos siniestro que no conduce a ninguna parte sino a la desesperación y la inmovilidad. El catastrofista es por lo regular una persona que debido a que se está muriendo de miedo se aferra a la única seguridad que alcanza a ver en el mundo, que es la derrota. No dejarán jamás huella en el mundo, a pesar de que hablen con ínfulas de sapientes: confunden la verdad con lo que saben, que por ser simple saber humano ha de ser muy poco. Tienen la visión de una hormiga y creen comprender el universo, y por si fuera poco, ven con desdén a los demás, que consideran, en el mejor de los casos, unos tontos bien intencionados.
Luego están los otros, el reverso de la moneda, los ingenuos, que se esconden de la realidad como los avestruces, que niegan toda forma de sentido común en nombre de un pensamiento mágico que tiene la misma función que un analgésico; la soberbia los hace confundir la verdad con el deseo, y ese error los condena a una infancia indefinida de la que muy pocos logran salir vivos. Creo que los ingenuos sustituyen la realidad por una especie de ensueño o ebriedad que les impide plantarse con los dos pies en la adultez a la que todos estamos llamados.
Termino donde empecé: la felicidad es un asunto mucho muy importante como para dejarlo en manos de los torpes. Son los optimistas quienes deben hacerse cargo de estas delicadas cuestiones, porque creen en el trabajo pero confían en Dios y en la vida, porque comprenden siempre y buscan comprender mejor, porque la humildad los abre a la construcción de un destino personal y común mejor para todos. Ser optimista es aceptar el dolor y resistir siempre, desde el amor y la alegría, a pesar de las dulces tentaciones del victimismo. Una persona bien tramada y madura no niega las circunstancias de su existencia, pero jamás se hace rehén de ellas ni de nada: es libre y lo sabe. Camina, se cae, se levanta y sigue su marcha siempre.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com





