Celuloide: Entre el calamar y el Thanatos
Por Jesús Ricardo Félix
Nietzsche planteaba que la cultura occidental se equivoca al pretender establecer la racionalidad en todos los aspectos de la vida, al hacerlo el hombre niega sus instintos primarios. La voluntad de poder nos obliga a movernos hacia aquello que deseamos, nuestro instinto de conservación nos exige a expandirnos para aumentar lo que tenemos y así entonces conservar la vida. Para Freud existen dos principales pulsiones en el hombre el Eros y el Thanatos. El Eros es vida, sexualidad, placer, supervivencia. El Thanatos es todo aquello que nos empuja de manera inconsciente hacia el instinto de muerte. El juego de ajedrez ha sido comparado con una pequeña guerra, los contrincantes utilizan las piezas sobre el tablero como en un campo de batalla para anularse el uno al otro. Los caballos como tanques, los alfiles como misiles, los peones son la infantería y así el rey y la reina se enfrascan en una lucha simbólica de blancas contra negras o del bien contra el mal. Cuando uno de los jugadores logra dar jaque al rey el juego concluye, nadie ha resultado gravemente herido si acaso el ego un poco golpeado.
En la serie de esta semana el juego de ajedrez ha sido tomado como analogía para hablar sobre un juego de poder, un juego de supervivencia al estilo oriental. Hablaremos de la serie que anda en boga, que si dejamos de ver pareciera que andamos fuera de contexto o que nos falta algo que jamás hemos imaginado me refiero a Squid game. El juego del calamar es una serie de Corea del Sur estrenada el pasado septiembre en la plataforma Netflix. La serie es dirigida por Hwang Dong-hyuk y forma parte del boom coreano que ya lleva algunos años manifestándose con obras como la galardonada Parásitos de Bong Joon-ho o El Viejo de Pak Chan-uk. De entrada la atmósfera nos recuerda al juego de supervivencia Battle Royale y como los realizadores asiáticos pretenden ser el nuevo Kinji Fukasaku o acaso el equivalente al sobrevalorado Quentin Tarantino en Norteamérica. De igual modo hay guiños a Stanley Kubrick por la simetría y color de algunas de las escenografías al igual que las máscaras y el misterio de “las elites todopoderosas” a lo Eyes Wide Shut.
Una opinión muy personal es que este tipo de directores explotan el morbo que existe por las escenas violentas, supongo que para atraer más público joven que es fácilmente impresionable con este tipo de propuestas. No sé cuál sea el límite para las plataformas de streaming pero me da la impresión que se asustan con una escena donde aparezca un desnudo pero si se permiten toda clase de escenas sangrientas aunque carezcan de sentido. Sabemos que existe el tráfico de órganos, los tiroteos, el suicidio, que los hombres de poder alguna vez habrán jugado ajedrez con nosotros y que muchos políticos lo siguen jugando ¿Pero acaso la propuesta de Hwang Dong-hyukm nos lleva a la reflexión? El director dijo que le gustaría participar en un juego como ese pero apuesto a que lo podemos invitar al norte de México y al primer herido que observé en la guerra de carteles apuesto que regresa a Corea en el primer vuelo disponible. ¡Ey Hwang! ¡Acá en México ya vivimos en un juego de calamar!
Si, por momentos la serie nos recuerda la famosa tesis de Hobbes “El hombre es un lobo para el hombre” para hacernos entender que el individualismo que predomina en nuestra era nos va llevar tarde o temprano a una constante guerra contra el prójimo. El viejo, la mujer, el migrante representan al “otro” que es mi contrincante al que debo aplastar para conseguir mis objetivos. Bajo esa premisa el mafioso, el empresario sin escrúpulos, el psicópata, tienen más probabilidades de sobrevivir en ese mundo. En conclusión, la serie puede llegar a ser entretenida para ciertas edades, la producción logra engancharte al final de cada capítulo para mantener el suspenso en cada episodio. Donde creo que falla es en consolidar el peso dramático de algunos de los personajes a los cuales parece profundizar solo para que te conmueva más su desenlace. Para ser sincero me resultó bastante predecible, entretenida por momentos y con escenas sangrientas innecesarias que lejos de pretender llevarnos a reflexionar nos explotan ese instinto morboso del Thanatos que nos empuja hacia la muerte.
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