La perinola: Nuestra diminuta y sagrada luz interior
Por Álex Ramírez-Arballo
El periodista norteamericano Gay Talese tiene una frase lapidaria: “Todos somos perdedores, darnos cuenta es solo cuestión de tiempo”. ¿A qué se refiere el famoso escritor? Creo que alude a la condición humana, acotada siempre por el error, la derrota, la enfermedad y fatalmente la muerte. Recuerdo ahora también a otro de mis favoritos, Octavio Paz, quien señalaba que todos los amores están condenados al olvido porque todos los amantes son simples mortales. Parece, pues, que no tenemos otro destino que la oscuridad. Hasta cierto punto es así, pero hay algo más que no puedo dejar de mencionar: a pesar de que estamos llamados a no perdurar, el fruto de nuestros actos puede sobrevivirnos.
Y digo estas cosas porque el pesimismo es una enfermedad que no solo asesina a quien la padece, sino que además nos roba el porvenir al colectivo humano. Entregarse al placer morboso de la conmiseración es un asunto de cobardes o perezosos; creo que no hay medicina más efectiva para los corazones abatidos que la acción dirigida, el servicio y el compromiso con esa comunidad a la que uno pertenece. Por si fuera poco, es esta una enfermedad contagiosa por la sencilla razón de que los seres humanos proyectamos lo que los demás nos arrojan, creando con esto una especie de cadena de acciones y reacciones. Así como pasa con las risas o los bostezos, los espíritus blandengues terminan por contaminar el círculo social al que pertenecen. Observe por ejemplo lo que sucede en el mundo de las empresas, en el que un recién llegado, lleno de entusiasmo y buenas ideas es absorbido por el desánimo y el conformismo de un medio ambiente mediocre. La presión de una inercia negativa es muy grande y no hay entusiasmo que sobreviva si no se retroalimenta del encuentro y la interlocución con los demás.
Creo que no hay manera de comprometernos más profundamente con nosotros mismos que el comprometernos con los demás, compartiendo y promoviendo el encuentro, encendiendo luces ahí donde solamente hay oscuridad, apostando por la fe en nuestra especie cuando todo lo que nos rodea nos induce a creer, como lo señala Talese, que la derrota es la condición natural del individuo.
Soy un hombre de 41 años y por mi trabajo tengo que tratar a muchas personas. Puedo afirmar que no hay persona, por torpe o necia que sea, que no posea en su interior la misma luz que ha animado a los seres humanos más trascendentes que en este mundo han sido.
Nuestra diminuta y sagrada luz interior, recordemos, es más urgente en medio de la desesperanza. No compartirla con los demás es haber nacido en vano. Una tragedia.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com