domingo, abril 13, 2025
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Celuloide: No mires arriba o de la conciencia light

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Por Jesús Ricardo Félix
Jesús Ricardo FélixLa vida imita al arte mucho más que el arte imita a la vida afirmaba el escritor Oscar Wilde tratando de explicar o acaso filosofar respecto a la influencia del arte en la percepción de la vida y por lo tanto en el comportamiento humano. En la época victoriana un tal William Shakespeare llevaba a cabo el equivalente a una radiografía del poder con sus obras de teatro. No interesa mucho si la escena se desarrolla en Venecia o Londres o Verona, a Shakespeare lo que le interesa es explorar en la condición humana, sumergirse en lo más profundo de la conciencia del personaje y hacerlo visible al espectador común y corriente. Así la función del teatro en la superficie representaba un instrumento de mero entretenimiento pero en el trasfondo emergía como una herramienta de poder político. El dramaturgo expone la irracionalidad del Rey Lear al aferrarse al poder, la locura de Hamlet dispuesto a autodestruirse con tal de recuperar el trono de Dinamarca, la obsesión de Macbeth por ocupar el poder lo obliga a dejarse llevar por las profecías de las brujas y cometer asesinato. En resumen, Shakespeare ponía un espejo en los hombres de la época ya sea para exponer la psicología de su humanidad, influir sobre la percepción de los gobernados, reírse un poco de los gobernantes o acaso una combinación de todas las opciones. Ni se hable del poder propagandístico del cine utilizado ya por distintos gobiernos para tratar de moldear el pensamiento a la medida de sus ideologías. Sin más preámbulos, en este último fin de semana del año hablaremos de la apocalíptica Don’t Look Up.

No miren arriba, es una película del 2021 dirigida por Adam McKay, un escritor y comediante norteamericano reconocido principalmente por sus colaboraciones con el actor Will Ferrel. Algunos de sus producciones anteriores reflejan el interés del cineasta por temas de índole sociopolítica como The Campaign con el mismo Ferrel, The Big Short con Brad Pitt o la más reciente donde Christian Bale interpreta al ex vicepresidente Dick Cheney.

En Don’t Look Up, Adam McKay nos presenta una comedia amarga donde dos astrónomos interpretados por Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence tratan de alertar a los gobernantes y a la población en general del avistamiento de un cometa que amenaza con destruir el planeta. Aunque en mi opinión la fuerza del reparto, a pesar de los gritos histriónicos del DiCaprio, está entre los personajes “secundarios” como el inglés Mark Rylance quien interpreta a una especie de Steve Jobs/Elon Musk empresario seudocientífico multimillonario que se sitúa por encima del estado. La conductora Brie, interpretada por Cate Blanchett representa la frivolidad de los medios y como nos dejamos envolver por el entretenimiento que está por encima de la verdad misma. Meryl Streep interpreta de manera hilarante a Janie Orlean una Donald Trump en potencia, enfocada en el porcentaje de aprobación y el poder más que en ofrecer soluciones tangibles (¿Se acuerdan cómo Trump negaba el cambio climático?). Por ultimo está el actor Jonah Hill quien encarna a Jason Orlean, un nini clasista, de esos que abundan en México, pero con perfil más cercano a Erik Trump. Jason recibe más crédito del que merece al reclamar el derecho divino a su vida de lujos pero se muestra incompetente a la hora de tomar decisiones. ¿Nepotismo? ¿En qué país he visto eso? Financieros ocupando cargos de científicos, contadores ocupando puestos de salud, médicos en cargos educativos ¿En qué lugar he visto eso?

La película de McKay sirve de pretexto para hacer un sin número de observaciones sobre las clases gobernantes y los rasgos de sus gobernados, una de ellas es como lo dice el astrónomo desesperado es que ya no hay espacio para la verdad. Según Guy Debord, estamos atrapados en una sociedad del espectáculo donde la simulación de experiencias y relaciones nos generan una realidad vacía donde los medios son el fin en sí mismo. Así para la audiencia es más relevante la separación del personaje de Ariana Grande con DJ Chello que la noticia de la eminente destrucción de la tierra.

Otra realidad es que la política no tiene más oídos para la ciencia, los astrónomos son cuestionados por los gobernantes al punto de ser perseguidos por el estado al atreverse a cuestionar “su propia verdad”. ¡Ahí te hablan México! País donde el presupuesto para el ámbito científico se ve cada vez más reducido por líderes más preocupados por las cifras de popularidad que por el desarrollo en sí. Y que decir sobre los gobernados buscando un mesías carismático que les haga falsas promesas, líderes megalómanos que no admiten cuestionamientos ¿Somos como borregos en busca de un pastor lobo?

La película es definitivamente recomendable, la entenderán mejor aquellos que estén empapados en la cultura norteamericana, los que conozcan el debate entre demócratas y republicanos, a los ciudadanos que defienden a ultranza la segunda enmienda, gringos red neck del perfil heroico militar que interpreta Ron Perlman, etcétera. Debo aclarar que este tipo de comedias las hemos visto antes con los hermanos Coen o en la película de los noventas Wag The Dog, y hasta en los proféticos amarillentos Simpsons. Pero déjenme ir más allá y jugarla al abogado del diablo, a decir verdad desconfío un poco del enorme entusiasmo que causa este tipo de películas aleccionadoras. Por un lado me gustaría creer que filmes como este son capaces de trascender el tiempo y el ardor efímero de las redes sociales para provocar cambios genuinos para el bien del planeta. Lamentablemente creo que solo alcanzan a despertar el área de nuestra conciencia light o el activismo de teclado y nos enrollamos en la bandera de lo políticamente correcto. Nos convertimos en activistas ambientales del cambio climático con la Melancolía de Lars Von Trier, entendemos el mensaje del feminismo después de mirar Thelma & Louise o de pronto nos hicimos grandes conocedores del racismo con Historia Americana X. El próximo mes se estrenará un filme sobre el número de ballenas asesinadas en las islas fulanas y el maltrato animal se hará viral, se venderán peluches y se producirán un millón de tik toks.

En conclusión, ya desde los tiempos de Shakespeare nos ponían espejitos para mirar de cerca el reflejo de nuestra realidad, el problema es que preferimos dejar al Dorian Gray oculto tras la cortina y permanecer en el confort de la simulación y la apariencia…

P.D. Comparte el hashtag #SalvemosALosManatíes

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