La perinola: Paciencia y la patria se salva
Por Álex Ramírez-Arballo
Recuerdo haber leído hace algunos años una columna de opinión del politólogo Silva-Hérzog Márquez. En ella, el académico y comunicador meditaba sobre la realidad nacional, en concreto sobre algo que él denominaba -lo recuerdo bien- la “incapacidad de la sutileza”. Se refería a que somos atrabancados, prontos a actuar, vehementes, imprudentes, maniqueos, acelerados y uno que otro epíteto más que son todos, por supuesto, de mi cosecha. Tengo la sensación de que esto, atribuido a los mexicanos, podría ser aplicable a las sociedades de otros países latinoamericanos, pero no seré yo quien lo diga.
Si lo pensamos en términos de la sicología popular de hoy en día, diríamos que muchos mexicanos carecen de inteligencia emocional; es decir, que son personas meramente reactivas. No tienen –o tenemos- el poder de detenernos un instante para cavilar y discernir, que son dos condiciones esenciales del pensamiento sutil, o complejo, como me gusta decir a mí. Mientras esto no suceda, nuestras relaciones interpersonales estarán determinadas por la vehemencia como señal de verdad, el arrebato como estrategia única y, lo más peligroso y lamentable: la agresión como defensa.
A mí me gusta hablar y proponer siempre en términos sencillos aquello que podemos hacer en este preciso instante para que nuestra vida se humanice y plenifique; es más, pienso que esto es una misión personal a la que no quiero ni puedo renunciar. Pues bien, ante los arrebatos de una personalidad visceral entiendo que no hay más recurso que la paciencia, que no es un remedio mágico ni mucho menos, pero que habrá de ser siempre eficiente.
Nos convendría, por principio de cuentas, separarnos del tono catastrofista en el que decimos las cosas; mucho hace por su país quien siembra paz y no barullo. Que se trabaje en todo momento por la justicia, como nos queda claro a todos, pero sin arruinar la concordia con esa constante amenaza de alarido e injuria. Nos ayudaría enormemente entender que la verdad es incompatible con los gritos. Sería verdaderamente revolucionario comprender que somos responsables de nosotros mismos, que nuestra propia persona es un proyecto lo suficientemente apasionante como para dedicarle toda la vida. Sería un verdadero salto cuántico entender que solamente viviremos poco tiempo y que no tenemos más obligación que sembrar para que sean otros los que cosechen, que debemos evitar en todo momento cometer los errores y torpezas de nuestros padres y nuestros abuelos. Buscar que las cosas cambien de la noche es una tontería altamente perniciosa, pues es la moneda de cambio de los políticos populistas que tanto daño le han hecho a Latinoamérica y el mundo.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com