La perinola: Creerse (la)
Por Álex Ramírez-Arballo
Cada semana colaboro en un programa de radio en México. Es una columnita simple, reflexiva y a veces coloquial con la que intento hacer públicas mis preocupaciones, y nada más. El caso es que hace pocos días, una persona me mandó un mensaje diciéndome que lo hacía bien pero que mi tono se escuchaba un poco “creidito”. A mí me dio mucha risa el término, incluso me resultó vagamente familiar, aunque de buenas a primeras no lo comprendí del todo; le dije a esta persona que para la próxima semana buscaría un tono “descreidito”, pero ya no me respondió: supongo que no le hizo gracia alguna mi sentido del humor.
El caso es que no he podido sacarme de la cabeza el asunto porque creo que dice mucho más de lo que dice; es decir, creo que una expresión como esa entraña una realidad profunda que no solo atañe a la persona que me mandó el mensaje sino a la cultura mexicana en general. Me atrevo a ensayar rápidamente algunas cosillas que expliquen mejor lo que quiero decir.
Supongo que una persona “creída”, que es lo que se me quería decir, es una persona arrogante, alguien que habla con un tono petulante: un petimetre, como se decía antes. No excluyo en modo alguno la posibilidad que su juicio sea exacto, pero lo que me provoca trepidaciones interiores es asociar un verbo tan potente como “creer” con dicha actitud a todas luces criticable. De lo anterior y aplicando una regla de tres simple infiero que lo loable no es creer sino dudar, incluso de uno mismo. En México, pues, es virtud, según parece, la falta de aplomo y la vacilación. La falsa modestia me vuelve aceptable a los demás mientras la convicción de decir abiertamente lo que uno cree parece ser un pecado social del que hay que arrepentirnos en público y en privado. ¿Es así?
El que cree en sí mismo, el que se cree, está poniendo en evidencia a los otros que no creen y que se salvan del error por inacción. No se salen nunca del guion, no buscan innovar, no asumen en ninguna circunstancia estirar los límites de su experiencia humana. Se repiten interminablemente: son como sus padres y como sus abuelos; en muchos casos heredan las mismas profesiones y viven toda su vida en el mismo pueblo, y a veces en la misma calle. Su tiempo no es el tiempo del progreso sino el tiempo viciado, el tiempo de las mitologías populares.
Lo siento mucho, pero yo no puedo ser así. Desde muy pequeño he creído que tengo cosas que decir y contar, experiencias que crear y una vida entera para llenar de voluntad y de fe. Si el precio de mi osadía es la burla o el descrédito, lo acepto; en realidad me importa poco. Mi desino no es repetirme ni repetir a mis antepasados, mi destino es probar mi carácter en la lucha de mis proyectos personales de cara a las circunstancias. Es todo, eso me basta.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com