lunes, abril 7, 2025
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Tuercas y tornillos: La justicia es un espectáculo que se televisara durante los premios Oscar

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Dr. Mario Alberto Velázquez García | Academia Mexicana de Ciencias
En 1967, el filósofo Guy Debord publicó un libro titulado “La sociedad del espectáculo” donde proponía que, dentro de las sociedades modernas, la vida de las personas está vacía de contenido para convertirse en una mera representación. Esto es resultado, piensa el autor, de la colonización total del capitalismo ya no sólo de los intercambios económicos, sino como forma de relacionarse entre las personas. Esto ha convirtiendo a todo y a todos en una mercancía; las relaciones entre los individuos tienen lugar bajo las mismas reglas que los intercambios de productos en el mercado.

Esta mercantilización de las relaciones entre las personas se produce en todos los ámbitos del quehacer humano, incluyendo la justicia. Esto ha parecido más que evidente esta semana que termina. Lo ilustran dos casos: una resolución de la suprema corte de justicia de México y la parodia protagonizada por Will Smith y Chris Rock en la entrega de los premios Oscar.

Alguien, con justa razón, preguntará ¿Qué relación, (¡por todo lo sagrado!), puede tener una resolución dentro de un tribunal judicial y lo ocurrido en una entrega de premios de espectáculos? Ambos son actos que pueden explicarse, en su desarrollo y conclusiones, por la sociedad del espectáculo. En ambos casos, la lógica que los guio no fue la de conseguir justicia o el cómo tratar un acto de agresión, sino la que dicta las relaciones mercantilizadas: los productos más rentables son los más codiciados, y ningún agente está dispuesto (si puede evitarlo) a perder su valor.

En el primer caso, la Suprema Corte de Justicia de México decidió conceder un amparo “liso y llano” a Laura Moran y Alejandra Cuevas en la acusación por su posible responsabilidad sobre la muerte de Federico Gertz Manero, este último hermano del fiscal general de la república. Esta resolución tiene lugar dentro de un contexto muy singular. Por un lado, la existencia de unas grabaciones donde el Fiscal Alejandro Gertz Manero discutía con un subordinado suyo un anteproyecto de la Suprema Corte relativo a la posible liberación de Alejandra Cuevas, ufanándose de tener el apoyo de alguno de los ministros de la Suprema Corte, además de hablar con un lenguaje soez de dicha mujer encarcelada. Esto le dio una resonancia mayor a la campaña que habían emprendido los tres hijos de Alejandra Cuevas por la liberación de su madre. Estos dos factores hicieron muy costosa para la Corte Suprema tomar cualquier otra resolución en este caso; la representación de independencia que tan afanosamente ha buscado construir su presidente por medio de sus mensajes en medios como Twitter y Tik Tok, estaba en riesgo. Es decir, esto no se trataba de si la corte es, o no, autónoma. El tema principal era el cómo mantener una representación de independencia y no pagar el costo que significaría una decisión que pudiera mostrar lo contrario. Este caso no se resolvió en la discusión al interior de la Corte Suprema sino en los medios de comunicación que dieron cobertura al caso y las filtraciones del fiscal; la justicia fue aquella que decidió la opinión pública.

El caso de Will Smith es más burdo, pero no menos significativo. La entrega de los Oscares, esos premios del cine norteamericano en franca decadencia, requerían de actos desesperados que les permitieran atraer audiencia. Desde mi perspectiva, toda la escena del golpe o cachetada se trató de un patético montaje entre dos pésimos actores para escenas de acción: Will Smith y Chris Rock. Ambos aceptaron este penoso papel en un intento desesperado para atraer audiencia y, efectivamente, esta subió considerablemente después de la bofetada. No obstante, esta es la segunda peor entrega de estos premios midiendo el número de personas que los observan. Pero digamos que la escena fue real y que Smith realmente soltó una bofetada. Preguntémonos ¿Qué nos pasaría a cualquiera de nosotros que hiciéramos esto, digamos, en un evento escolar o una representación teatral? Seguramente unos guardias de seguridad nos hubieran detenido y seriamos acusados de cargos por agresión. ¿Qué le sucedió a una “celebridad”? Unos momentos después, una multitud de pie ovacionó a un sujeto que agredió y humilló a otro. Lo que por otro lado también permitió perpetuar estereotipos totalmente nocivos como la violencia irracional de los afro-americanos; el machismo que defiende el honor de su mujer “indefensa”, ante otro hombre. ¿Por qué fue todo esto montado o tolerado? Porque es un espectáculo donde la representación es todo, donde la imagen está por arriba de los valores; no importa que todos los presentes participen en campañas contra la violencia, manden en sus redes sociales mensajes contra la guerra en Ucrania o contra la violencia machista: cuando uno de los “sujetos-mercancía” más valioso en esta ceremonia realiza un acto ilegal, es tolerado con tal de que nadie pierda su valor. El espectáculo, la forma suprema de relación actual entre los hombres y las instituciones está por encima de las leyes y los valores.
Separador - La Chicharra

MARIO ALBERTO VELÁZQUEZ GARCÍA
Profesor- Investigador de El Colegio del Estado de Hidalgo.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel 1. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Doctorado en Ciencias Sociales con Especialidad en Sociología, El Colegio de México. Maestría en Ciencias Sociales con Especialidad en Desarrollo Municipal en El Colegio Mexiquense. Licenciatura en Sociología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Director de la Revista: “Revista Científica de Estudios Urbano Regionales Hatsö-Hnini”, www.revistahatsohnini.com.mx.

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