La perinola: El arte de saber mirar
Por Álex Ramírez-Arballo
Me he dado cuenta de que hay una actividad esencial en mi vida: mirar. Sí, se trata de permanecer quieto, simplemente observando la vida que se despliega delante de mí. Aunque para ser franco, este proceso de meditación alcanza su nivel más alto cuando viajo en un tren o en un autobús y me entretengo observando las cosas que pasan por la ventana como si fuera una cinta animada en la que se muestra el rostro más dulce de este mundo. Algo pasa, algo que no sé qué es pero que me hace conectar con regiones realmente profundas de mí conciencia. Es como si mi vida se suspendiera elevada algunos metros del suelo y desde ahí fuera capaz de explorar perspectivas realmente reveladoras: al mirar sin juzgar, aceptando pasivamente lo que es, el mundo -aparentemente compacto- abre grietas a través de las cuales observo con entusiasmo “la esencia” de las cosas. Es un estado a caballo entre la lucidez y el éxtasis, una suerte de nudo de borrachera y asombro que me alienta a seguir mis pesquisas literarias. La gente que me ve no detecta nada extraño; para ellos seré simplemente un hombre sentado con la mirada perdida en un punto imaginario, pero no es así: por esos brevísimos instantes soy lo más parecido a Dios en esta tierra.
¿Qué sería de mí si no tuviera esos momentos de arrobamiento? ¿Cómo ser creativo si no podemos separarnos del mundo? ¿De qué regiones podría extraer el agua fresca de las palabras si no supiera que en el centro del centro de mí mismo, en lo más profundo y recóndito se encuentra un pozo inagotable? Si acaso hay alguien que me lea ahora mismo y se enfrente a un “bloqueo mental” que le impida seguir adelante con su trabajo, le recomendaría humildemente que abandonara ahora mismo todo lo que se encuentra haciendo y saliera a caminar, no para desplazarse de un lugar a otro sino para aprender otra vez a mirar. Seamos como los niños, que suelen ser los mejores observadores del mundo; ellos son los maestros de la analogía, encuentran siempre las relaciones invisibles que unen lo diverso en ese punto concreto de la mirada que es el descubrimiento. ¿Acaso no te has dado cuenta de que de eso se nutre el pensamiento? Esto es como aquello y lo de más allá, lo que apenas se muestra, lo remoto, me revela mi propia intimidad mejor que los espejos. Esto que llamo mi conciencia es como una antena que recibe señales imantadas de sentido. El absurdo es un imposible para quien ha abierto verdaderamente los ojos.
Después de una de estas sesiones de observación profunda mi “tanque” se encuentra lleno y puedo seguir caminando, es decir, puedo continuar pasando mis dedos lo más rápido que puedo por encima de estas teclas. No soy yo quien dirige estas cosas, es el eco de lo vivido, las “voces” que me han habitado durante los actos de contemplación; ellas me vuelven el vehículo que les permite entrar en la historia. No tengo miedo ya. He renunciado a toda aspiración de control: cuando menos me impongo, más natural suelo ser, es decir, me encuentro más cerca de la vida o lo que es lo mismo, participo humanamente de la eternidad.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com