viernes, noviembre 22, 2024
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Tuercas y tornillos: Echeverria, la muerte de un símbolo de la demología mexicana

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Dr. Mario Alberto Velázquez García | Academia Mexicana de Ciencias
El fallecimiento de Luis Echeverría Álvarez, a los 100 años, atrajo brevemente la atención de la prensa nacional y algunos comentarios de los generadores de opinión, quienes dedicaron palabras de condena, en su abrumadora mayoría, al desempeño de este expresidente. Pocos políticos en activo fueron al funeral, ni hablar de la realización de funerales de estado. En el escenario nacional, pocas figuras parecen haber logrado tal unanimidad ante su figura: Echeverría es uno de los principales símbolos de la demología en la política mexicana.

En algunas zonas de México, no en todas, (ahora es necesario hacer esta precisión para que los descendientes directos de emperadores europeos no se ofendan al ser confundidos – ¡Dios blanco no lo permita! –, con aquellos que en sus venas tenemos sangre de algún pueblo originario) durante las festividades de semana santa se realizaba la “quema de judas”. Estas figuras hacían alusión al personaje bíblico que traicionó a Jesús: Judas Iscariote. Estos muñecos representan la deslealtad y su quema es la victoria del bien sobre el mal.

Durante estos días presenciamos, por enésima vez, la quema de Echeverría como el “judas” de la política mexicana: es prácticamente un lugar común considerarlo como uno de los presidentes con el historial más negro: tuvo un rol central en la represión brutal y muerte de estudiantes durante el 2 de octubre de 1968 cuando ocupaba el cargo de Secretario de gobernación y posteriormente ya como presidente en la matanza del jueves de corpus el 10 de junio de 1971.

Echeverría no era ajeno a los señalamientos que lo culpaban, al menos, por estas dos tragedias. Él mismo buscó durante su desempeño como presidente y varios años después, exculparse y negar cualquier tipo de responsabilidad. No obstante, es el único presidente mexicano, de nuestra era moderna, que ha enfrentado un proceso judicial; en su caso por genocidio. Aunque estaba en arresto domiciliario, el proceso no concluyó por lo que murió sin ser sentenciado por ningún delito.

La existencia de un individuo que personificó la maldad dentro de la sociedad mexicana resulta fundamental, porque delimita el escenario mostrando cuáles actos son permitidos y cuales son considerados como totalmente inaceptables. Aunque esta demarcación del escenario de conductas de los gobiernos y sus líderes resulta una guía, no se trata de una definición fija, por el contrario, está sujeta a una constante transformación y cambio. Comportamientos que en el tiempo de este presidente eran calificados como demostraciones de “firmeza” y “decisión” (la persecución a los grupos guerrilleros, la represión a manifestaciones estudiantiles o de otros sectores sociales) ahora son juzgados como antidemocráticos o crímenes de lesa humanidad.

Esta construcción de figuras que personifican prácticas que una sociedad considera como intolerables o francamente “malas” sirve como una guía colectiva que va limitando la interacción entre las personas que deciden participar activamente en un campo de acción; en este caso la política mexicana. En este sentido, así como los “judas” son útiles para que el cristianismo muestre sus valores, en la política la “quema” de un personaje como Echeverría permite tener una guía sobre cuáles es el tipo de normas y prácticas que ahora son calificadas como condenables.

No obstante, la muerte de Echeverría genera un vacío. La ausencia del personaje que fue considerado como la personificación mayor de la maldad genera la necesidad de encontrar al nuevo ocupante de esta infame posición para poder quemarlo cada que sea necesario volver a recordar cuáles son los límites de la actuación permisible. Sin duda, existen algunos candidatos que parece que tienen todos los atributos para ocupar esta posición.
Separador - La Chicharra

MARIO ALBERTO VELÁZQUEZ GARCÍA
Profesor- Investigador de El Colegio de Sonora
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel 1. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Doctorado en Ciencias Sociales con Especialidad en Sociología, El Colegio de México. Maestría en Ciencias Sociales con Especialidad en Desarrollo Municipal en El Colegio Mexiquense. Licenciatura en Sociología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Director de la Revista: “Revista Científica de Estudios Urbano Regionales Hatsö-Hnini”, www.revistahatsohnini.com.mx.

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